FELIZ PASCUA. FELIZ MUERTE. FELIZ VIDA.
Es una vez al año, tan sólo es una vez:
los cristianos nos atrevemos a bajar de las alturas de nuestras pretensiones y mirar cara a cara la cruz de Jesús, esa cruz que es la única garantía de nuestra salvación.
Es una vez al año, tan sólo es una vez:
nos decidimos a reconocer la superficialidad de nuestras vidas, llenas de lujo, de pensamientos vanos, y hasta de idolatrías,
y ante aquel inocente, colgado en el madero, callamos, porque sabemos que las únicas palabras deben ser dichas por la elocuencia de nuestro silencio.
Es una vez al año, tan sólo es una vez:
dejamos de justificar nuestras miserias, y comprobamos las consecuencias de esa solidaridad nuestra tan mezquina, que solamente es fuerte para rechazar a quien nos habla de amor y de perdón, aunque sea el mismo Dios.
Es una vez al año, tan sólo es una vez:
no hablamos de Dios con sutilezas; y después de, por fin, hacer silencio -¡están tan llenas de ruido nuestras vidas!- escuchamos el grito de angustia de ese Rey que perdió la dignidad por culpa nuestra.
Es una vez al año, tan sólo es una vez:
intentaremos quizá caer en la cuenta de cuánto nos hemos alejado, y de que no podemos seguir perdiendo el tiempo dejando pasar toda ocasión de dar los pasos que nos pide y acercarnos.
Es una vez al año, tan sólo es una vez:
de nuevo tendremos miedo al ver a Cristo, porque nos da miedo saber que Dios es débil y que, por contra, nos ha hecho a nosotros tan potentes, que hemos podido, impunemente, asesinarlo.
Así, un año más, desde la decadencia de nuestra humanidad empecatada, veremos de nuevo la luz que nos alumbra, la que surge poderosa del sepulcro, para animarnos a vivir en esperanza.
Y un año más, de nuevo una vez más, podremos acercarnos al misterio, encender el fuego y, precisamente ahora, con la luz de ese fuego que flamea, tendremos ocasión de estar en Pascua.
FELIZ PASCUA.
FELIZ MUERTE.
FELIZ VIDA.
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