NI MIEDO NI RECELO… (Mt 24, 37-44)
Ni miedo ni recelo; ni amenaza ni condena; por el contrario: ¡ilusión y confianza!... Un diluvio imprevisto siempre es una catástrofe. Cuando se prevé como inminente, nos permite salvar la vida e incluso adoptar precauciones para evitar que su onda destructiva nos golpee inadvertidamente, de modo que podamos reducir en lo posible las consecuencias de su impacto y los conocidos efectos devastadores