INVITACIÓN

Estamos acostumbrados a caminar por esta vida agobiados por un sinfín de circunstancias y actividades que nos roban, decimos, nuestro tiempo y nos complican la existencia de forma inmisericorde. No podemos dejar pasar un minuto de nuestro tiempo o una oportunidad en cualquier ámbito de nuestra vida sin sacarle provecho, al efecto de aumentar nuestro nivel de confort, nuestras posesiones, nuestra influencia, nuestra sensación de poder e independencia. No estar atentos a ello creemos que nos condenaría a estar ajenos al mundo y a la sociedad, atrasados o excluidos.

Pero, ¿de qué sociedad se trata? ¿de qué mundo hablamos? ¿El del poder y la rivalidad?, ¿el de la cruel competencia del mercado?, ¿el del club de los privilegiados de este mundo, donde vivimos y del que no queremos ver que se construye sobre víctimas?… El precio de que «el tiempo sea oro» es la humillación y la pobreza de cientos de millones de ignorados, explotados y excluidos.

Pero, además, el ciego afán de «no perder el tiempo» se ha convertido en la causa de que no atendamos a nadie, de que nos amurallemos en el agujero de nuestra vida, de que no escuchemos con paciencia ni hablemos con dulzura, de que no nos detengamos ante quien sólo nos suplica una palabra de aliento o una sonrisa.

¿Tendremos tiempo para tender un remanso de dulzura junto a Cristo y querer crecer como hermanos? ¿Nos atreveremos a no recelar del otro ni tener prisa en que el misterio se adentre en nuestro estrato más profundo?

Querríamos invitar a todos a eso: a saber que el tiempo no es propiedad nuestra; sino que solamente lo administramos. Y sobre todo a ser conscientes de que sólo compartiéndolo nos hacemos humanos, y sólo regalándolo podemos entrar en el círculo cristiano, el de Jesús, cuyo tiempo nunca fue oro, sino ocasión de estar atento al hermano.

Por |2019-02-23T23:10:07+01:00enero 22nd, 2019|Artículos|1 comentario

Un comentario

  1. jaimeolmos 24 enero, 2019 en 19:05 - Responder

    Me encanta esto: «El tiempo no es propiedad nuestra; sino que solamente lo administramos. Y sobre todo a ser conscientes de que sólo compartiéndolo nos hacemos humanos, y sólo regalándolo podemos entrar en el círculo cristiano, el de Jesús, cuyo tiempo nunca fue oro, sino ocasión de estar atento al hermano». Cuanta razón!!! Gracias por el artículo!

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