CRISIS DE FE (Mc 5, 21-43)
Al hilo del fino y sugerente análisis que hace X. Pikaza del pasaje del evangelio de Marcos, quiero fijarme en el “jefe de la sinagoga”, Jairo, que contra todas las normas y desobedeciendo el acuerdo oficial de las autoridades religiosas respecto a Jesús, acude a buscarlo y a pedirle que vaya a curar a su hija.
Si Jesús contraviene la Ley y las tradiciones que él oficialmente pregona y comenta los sábados en el culto, como persona entendida y autorizada, haciéndose responsable de la formación y la estricta observancia del pueblo fiel, ¿cómo se atreve a acudir a quien ha sido expulsado solemnemente de la sinagoga, desautorizado y públicamente excluido del pueblo fiel, asimilándolo a sus sospechosas compañías: publicanos y pecadores…? Como en el caso de Nicodemo, que nos relata san Juan, hay algo extraño…
Podríamos pensar que cuando alguien está “desesperado”, acude a cualquier lugar o persona, donde sospeche la mínima posibilidad de “un milagro”; pero yo no creo que sea éste el caso de Jairo, judío piadoso y conocedor de la historia de la revelación de Dios a su pueblo, del sufrimiento del justo, de que en los momentos de desgracia lo que se debe hacer es orar a Dios y pedirle perdón, hacer votos implorando su misericordia, aceptando su voluntad y reafirmándose en la fidelidad y la aceptación incondicional de la voluntad y el poder de Yahvé… Me atrevería a decir que lo que ocurre es que Jairo ha perdido la fe en Dios: ya no cree en Yahvé…Y que es precisamente Jesús quien le ha hecho perderla, de ahí su desconcierto y su acudir a él.
En efecto, su fe naufraga no porque su hija “esté en las últimas”, sino porque Jesús está aquí, y con su vida y su palabra la cuestiona radicalmente desde los mismos presupuestos de la historia de su revelación y su llamada a la salvación. Porque eso es lo revolucionario y subversivo de su evangelio: invita “a no creer en Dios” (en ese dios oficial manipulado y tergiversado)… Y eso no tiene nada de sorprendente; ya sabemos que una de las acusaciones a los cristianos en los primeros años fue, justamente, la de ateísmo, ya que su fe en Jesús era “la abolición de toda religión”, como sentenció Karl Barth casi dos mil años después, y como pusieron de moda los predicadores del “evangelio del ateísmo cristiano” hace ya cincuenta años…
Jesús despierta la rebeldía frente al Dios heredado, porque descubre y revela no poder absoluto e inapelable, sino delicadeza y misericordia incondicionales y compasión sin límites. Jairo, ante la experiencia de su hija enferma, y en contacto con Jesús y el misterio de su presencia, seguramente diría: “Estoy dejando de creer en ese Dios de nuestros padres…”; de “jefe de la sinagoga” ha devenido agnóstico; y no a causa “del problema del mal en el mundo”, con lo que ya contaba, sino a causa de Jesús y su discurso sobre el Padre…
Sin embargo, no se trata de agnosticismo sino de lucidez, de humildad para reconocer su error y de fortaleza para acudir sin vergüenza a Jesús y decirle ante todos que sólo en él encuentra a Dios y la única esperanza para el hombre es confiar en él.
El seguimiento en Jesús sólo es posible tras una “crisis de fe”. Tal vez por eso la propia Iglesia está llena de tan pocos cristianos…
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