I-JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
¿Condenado tú, Jesús, por la justicia?
¿Por la justicia de la ley humana,
que pretende, según dice,
la paz y la armonía?
¿Condenado a muerte el que no ha ofendido a nadie,
se ha inclinado a lavarnos las heridas,
y ha regalado el perdón y dado vida?
Eres tú, precisamente el Cristo,
el único hombre verdadero
que ha cumplido la voluntad del Creador,
el alfa y la omega de la realidad creada,
el condenado con sentencia inapelable
por nuestros tribunales,
profanados por la maldad y la blasfemia disimulada.
¿Por qué tú, el mismo Dios,
aceptas la condena?
¿Por qué no revelarte justamente
mostrando tu auténtica realeza?
¿Por qué someterte a tus criaturas
y no buscar defensa ni justicia?
Es ésa tu credencial divina,
ésta tu palabra eterna:
la del amor en el silencio,
la del perdón ante la peor de las infamias…
Sí, ahí muestras quién eres,
ahí habla Dios:
en la condena…
II-JESÚS ES CARGADO CON LA CRUZ
Y ahí vive ahora Dios:
en la cruz y en el Calvario…
Dijiste que cada uno cargara su cruz y te siguiera,
y a ti te cargaron con la nuestra…
Y no la rechazas,
ni te muestras esquivo;
la tomas como propia,
la asumes sin protesta
consciente del precio de la bondad en nuestro mundo,
cuando queremos dirigirlo
desde principios de orden y “legales”,
desde criterios “civilizados”
que arrojan el lastre que molesta,
porque es testigo
y dedo acusador de nuestros privilegios
y de nuestra corrupción institucionalizada;
entonces descargamos todo su peso
sobre los inocentes excluidos.
El Buen Pastor,
que salvó a la oveja perdida
llevándola sobre sus hombros,
es cargado ahora con sus pecados…
III-JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
¡Es tanta la miseria humana reunida!
¡Y pesa tanto la ingratitud,
la crueldad y el desprecio,
el odio de siglos acumulado!…
El Hijo de Dios no es un Hércules,
ni el Atlas legendario
que sostiene la Tierra con sus hombros sin descanso,
el mito escondido en un disfraz humano
que en el momento oportuno desvela su poder,
hace evidente la ceguera de todos,
y sale indemne
precisamente porque es sobrehumano…
Este Cristo no resiste…
y cae…
no le quedan fuerzas,
no puede dejar de ser quien es:
es delicado y frágil,
el hijo de María,
y de José, el carpintero…
el fruto de la delicadeza y la ternura,
el humilde de corazón y manso…
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