¿CENIZA?
¿Que somos ceniza? ¿Que se nos deshace nuestra propia vida entre las manos sin remedio? ¿Que se queman y destruyen nuestros proyectos y deseos? ¿Que no tenemos la suficiente consistencia y la necesaria fortaleza como para mantenernos firmes en aquello que somos y estamos llamados a ser? ¿Que la meta de tantas inquietudes y sufrimientos, no ya sólo nuestros sino de toda la historia de la humanidad, corre siempre el riesgo de quebrarse irremediablemente fragmentándose en partículas de polvo cuyo destino es desaparecer desintegrándose y siendo juguete de los vientos caprichosos del azar y de la nada? ¿Ceniza, dices? ¿Degradación completa y absoluta de aquello que nos parecía incombustible? ¿Pesadilla y no sueño feliz? ¿Maldición de las tinieblas y no bendición del cielo?
Mirar la ceniza como amenaza. Contemplarla como el porvenir de una ilusión. Admirar su destrucción poderosa de la materia que antes fue, y la evidencia de ese punto final al que parece convocar. Saber que es conclusión y resto estéril. Sentir el escalofrío de lo ausente, consumido inexorablemente y convertido en yermo. Estar tentados de renegar y maldecir la vida, y no ver un más allá, porque nuestro horizonte está enturbiado por la niebla de esa arena muerta.
De la ceniza podemos hacer símbolo y poesía. Nos puede evocar tristeza y llanto. Podemos revolcarnos y sumergirnos en ella con desesperación, o con angustioso y desgarrado descontento con nosotros mismos. Como decepción, desconsuelo y agonía. O como protesta frente a la sociedad y al mundo, ardiendo como bonzos para dar testimonio de nuestra insatisfacción y de nuestra completa e inevitable impotencia.
La ceniza parece acercarnos a la nada. Pero es también el misterioso polvo cósmico expandiéndose en el infinito de un universo incalculable. Es el silencio sideral que nos llama, las ondas del espectro que nos cautiva y nos atrae, la nebulosa del enigma en el que estamos envueltos, la fuerza gravitacional del misterio, la tensión de lo eterno.
En resumen, la ceniza es tanto anuncio de que “en polvo nos convertiremos”, como machacona insistencia de las palabras de Martin Luther King: “Sin Dios, todos nuestros esfuerzos se vuelven ceniza y nuestros amaneceres noches oscuras”.
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