Una plegaria para una celebración familiar de aniversario…
“NUESTROS SANTOS”
-Celebración familiar-
Es justo que te demos gracias, Señor, por la vida.
Y también necesitamos poner en ti nuestra esperanza.
Porque la vida fue un regalo
que nos llegó a través de nuestros padres
y que fuimos destapando y descubriendo
con ellos y con todos los nuestros
entre caricias y sonrisas.
Ellos nos introdujeron
en el misterio del amor y la esperanza,
y nos enseñaron a confiar, a creer y a amar.
Y cuando les llegó el momento de la muerte
nos dejaron en herencia su alegría,
su mansedumbre y su ternura.
Con ella nos hablaban de ti
y nos señalaban el camino hacia ti;
por eso,
como nos enseñaron a sentirnos cerca de ti,
mostrándonos tu santidad en sus propias vidas,
te podemos aclamar como lo hace toda tu creación,
y cantar con los ángeles:
SANTO, SANTO, SANTO…
Tú, Señor, eres la fuente de la santidad;
una santidad abierta a todos,
porque Tú tiendes tu mano a todo el que te busca
y abre su vida al amor y a la bondad.
En tu Hijo Jesús nos hiciste presente tu misterio
al hacernos accesible tu delicadeza y tu ternura,
tu misericordia y tu perdón;
y al convocarnos a compartir tu propia vida
sabiéndote presente
en el sacramento que es el prójimo
y en el memorial eterno que fue tu despedida.
Por eso seguimos celebrándolo
para integrarnos en el enigma
de tu vida y tu persona,
compartiendo el pan y el vino
y lavándonos mutuamente los pies como Tú hiciste.
Y por eso reunidos hoy alrededor de esta mesa
seguimos invocando tu Espíritu
y haciendo nuestras tus palabras
cuando en la Cena de tu despedida
tomaste el pan y el vino y dijiste:
TOMAD Y COMED…
TOMAD Y BEBED…
Sabemos, Señor,
que no podemos rehuir la muerte;
y la esperamos.
La hemos visto de cerca
en nuestros seres más queridos,
y no ignoramos nuestra fragilidad.
Te ofrecemos humildemente,
con este pan y este vino,
nuestra debilidad y nuestras dudas,
confesando nuestra inquietud y nuestra torpeza;
pero también fortalecidos y alegres
por esta cercanía sacramental
y por ese desconcertante anuncio tuyo
de resurrección y vida
que nos mantiene en la esperanza.
Nos sentimos así unidos
a esa multitud ingente de discípulos tuyos
que a lo largo del tiempo y del espacio
celebran unidos tu presencia
e intentan ser fieles a tus mandatos:
a esa Iglesia
en la que nos integraron nuestros padres
y que sigue siendo cauce que nos une a ti
a través de sus pastores: del Papa y los obispos,
aunque sea en medio de dificultades,
infidelidades y discordias;
pero que también nos anima
con el ejemplo y el coraje de tantos santos:
de María, de José, de los apóstoles,
de todos los anónimos testigos del amor y del perdón,
de la bondad y la dulzura.
Y entre ellos contamos a “los nuestros”,
todos aquéllos
a quienes especialmente recordamos hoy,
porque fueron,
son y serán eternamente
parte de nuestra vida,
contigo y para siempre,
y nos convocan a ese horizonte futuro
de esperanza y plenitud
en que veremos cumplidas las promesas.
Por eso podemos aclamarte agradecidos:
POR CRISTO, CON ÉL Y EN ÉL…
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