PLEGARIA EUCARÍSTICA
-I DE ADVIENTO-
Afirmamos con rotundidad, ¡Oh Padre!
lo justo y necesario que es agradecerte
tu constante llamada a la sensatez y a la cordura
en medio de este mundo de recelos,
desconfianzas y rivalidad,
a través de la vida de tu Hijo, Jesucristo,
de su llamada a la vigilancia
y del regalo del Espíritu Santo,
que nos hace conscientes y capaces
de mansedumbre, de alegría y de dulzura.
Por eso, ¡Oh Dios, siempre misterio!,
no podemos dejar nunca de invocarte,
y, uniéndonos a los coros celestiales
celebrar tu santidad y cantarte:
SANTO, SANTO, SANTO…
Tu santidad, Señor,
nos colma de vida y de alegría.
Por eso iniciamos nuestro Adviento
animados por una confianza sin límites
en ti y en tu Palabra,
esa palabra hecha carne entre nosotros
por obra de tu Espíritu en María.
Que ese mismo Espíritu Santo
descienda también ahora sobre nosotros,
y que asuma este pan y este vino
para que sean cuerpo y sangre de tu Hijo.
Pues Él mismo, consciente de su muerte,
lleno de amor reunió a los suyos,
y partiendo el pan les dijo:
TOMAD Y COMED…
Y tomando luego el cáliz confirmó su entrega diciendo:
TOMAD Y BEBED…
Por eso, Señor, agradecemos
tu inmerecida misericordia con nosotros
y la generosidad infinita de tu amor,
que ilumina sin descanso nuestras vidas.
Reconocemos nuestro caminar errante
y la torpeza de nuestro corazón,
que se aleja una y mil veces del camino
y necesita de tu bondad y tu perdón.
Que la fuerza del Espíritu Santo por tu Hijo,
y tu amor paternal inagotable,
nos ayuden a reconocer nuestros errores,
nos animen a eliminar la oscuridad,
y nos den fuerzas para caminar hacia tu luz
y alcanzar la esperada libertad.
Gracias a tu acompañar nuestro camino
nos sentimos capaces
de eliminar la rigidez de nuestra vida
y de emprender la senda
de la delicadeza y la ternura.
Nos sabemos en comunión con el Papa,
con nuestro obispo,
y con todos nuestros hermanos
que se entregan con plena confianza
a la tarea de la renovación
en este tiempo de Adviento,
para celebrar dignamente
la Navidad, ya tan cercana…
Como parroquia reunida alrededor de tu mesa
queremos testimoniarte sinceramente
nuestra voluntad de unidad
y de comunión con todos.
Acuérdate, pues, de nuestras familias,
de este pueblo que se sabe pequeño,
de nuestros difuntos,
de todos los hombres de la tierra,
y en especial de los que sufren
en este mundo todavía oscuro.
En este tiempo de gozosa espera,
de estimulante llamada a la alerta
y de gozosa consciencia del regalo del perdón
y de tu paciencia de Dios,
queremos aclamarte diciendo:
POR CRISTO, CON ÉL Y EN ÉL,
A TI, DIOS PADRE OMNIPOTENTE
EN LA UNIDAD DEL ESPÍRITU SANTO
TODO HONOR Y TODA GLORIA
POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS
AMÉN
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