VIVIR COMO ENVIADOS (Mc 6, 7-13)

VIVIR COMO ENVIADOS (Mc 6, 7-13)

Están de acuerdo los exegetas en que al enviar Jesús durante su vida “en misión” a sus doce apóstoles, como también a sus discípulos, está recalcando el matiz de cumplimiento y de urgencia que tiene su presencia y su anuncio del Reino de Dios inminente. Es un momento decisivo, particularmente para el pueblo de Israel, porque toda su historia llega a plenitud por fin en su persona: el Mesías ha llegado. Es el cumplimiento definitivo de las promesas. Y el mensaje es urgente para los depositarios de esas promesas precisamente por eso: porque con ello cobra plenitud de sentido la revelación de Dios, y poseemos ya acceso irrevocable a la salvación anunciada desde el origen. ¡Hay que anunciarlo!

Pero, por otro lado, lo esencial y desconcertante del anuncio y la llamada de Jesús es la propia propuesta de salvación que nos ofrece “de parte de Dios”: no es un nuevo código legal, sino una forma distinta de considerar la vida y de vivirla. De ahí la extrañeza que provoca en todas partes y en cualquier persona que no quiere “renunciar a sí misma”, a sus esquemas, prejuicios, valores, “dioses”… y dejarse “revolucionar” por él.

Vivir nuestra vida al modo que Jesús nos propone es vivirla como él la vive: “para los demás”. Por eso, él mismo vincula su discipulado y su apostolado al envío, a cumplir una misión; es decir, no a centrarnos en nuestra persona, siendo nuestro yo el protagonista principal de ella, sino al contrario, considerándola como “algo a dar”, como un estar atentos a cualquiera para hacerlo prójimo. Esa es la misión. Y ese el discipulado.

Por eso, aunque nosotros continuamente lo malentendamos, ni existe “cerrazón” en un grupo, ni tampoco afán proselitista; se trata de otra cosa. Es precisamente, y en contraste con cualquier exclusivismo, la actitud de apertura y de ser lugar de encuentro, de transmisión gratuita de amor incondicional, y sin pretensiones de “convencer”, “atraer” o “sumar miembros” a nadie…

Ser, de un modo u otro, “enviado por Jesús” y transmisor de su poder no es convertirse en encargado de reclutar cuantos más mejor para la consolidación de su Reino, y andar de casa en casa “predicando”; sino saberse responsable de “vivir a su manera”, haciendo el bien con la alegría y fortaleza de su espíritu, y tomando nuestro tiempo como algo que no nos pertenece…

Al enviar Jesús a sus discípulos, además de integrarlos en su misión salvadora y, como tal, “desestabilizadora de nuestras seguridades y proyectos”; quiere abrirles los ojos a considerar que el único seguimiento posible no es “vivir nuestra vida”; sino más bien “desvivirnos”, como él, para que los demás vivan. En definitiva, para eso, y no para otra cosa, nos envía…

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