PLEGARIA EUCARÍSTICA -Miércoles de Ceniza-
Necesitamos, Señor, darte gracias siempre
porque tú nos ofreces sin descanso
tu gracia y tu perdón,
y nos alientas año a año
a renovar esa conversión que nos reclamas
para poder ser fieles a tu llamada.
Tu paciencia y tu bondad
son para nosotros consuelo y confianza,
tras descubrir y reconocer nuestras miserias
y acudir como hijos arrepentidos
que vuelven al Padre bondadoso
suplicando su misericordia inmerecida.
Por eso celebramos tu amor y tu indulgencia,
y llenos de alegría nos unimos a los ángeles
para celebrar tu gloria cantando:
SANTO, SANTO, SANTO…
Tu santidad, Señor, es nuestro refugio
cuando al reconocernos pecadores,
invocamos tu clemencia.
Por eso invocamos tu Espiritu de amor
para que descienda sobre este pan y este vino, haciéndonos presente así a tu Hijo,
que en la cruz reconcilió contigo a la humanidad derramando su sangre por nosotros.
Porque él la noche antes de su pasión
reunió a sus discípulos
y bendiciendo el pan se lo dio diciendo:
TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL…
E igualmente, tomó el cáliz, lo bendijo
y lo pasó a sus discípulos diciendo:
TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL…
Cristo se entregó por nosotros:
Por tu cruz y tu resurrección,
nos has salvado, Señor.
Sólo nos salva, Señor, tu misericordia y tu bondad; por eso en este comienzo de la Cuaresma
queremos reconocernos pecadores
y acudir a tu clemencia,
transformándonos en penitentes,
en peregrinos caminando hacia la Pascua,
conscientes de la cruz que nos redime.
Que la fuerza de tu Espíritu nos penetre y nos guíe, uniéndonos a ti y a los hermanos
desde las raíces del amor
y desde el regalo de tu perdón.
Que sepamos formar parte de tu pueblo
y anunciar tu Reino,
conducidos por nuestros pastores
y sintiendo la intercesión y compañía
de María y de José,
de tus apóstoles y los santos;
y también en concordia y armonía
con todas las personas compasivas
y con todos los que sufren
por la injusticia o la violencia.
Que sepamos compartir y renunciar,
acompañar y servir,
confiar y amar,
perdonar siempre
y regalar nuestro tiempo y nuestra vida.
Que la llamada a “convertirnos y creer el evangelio”, marque la lucidez y la conciencia
de decidirnos definitivamente
a ser verdaderos discípulos,
felices y agradecidos,
y así podamos reunirnos un día,
en el Reino eterno,
con todos nuestros difuntos
que confiamos a tu misericordia.
POR CRISTO, CON ÉL Y EN ÉL,
A TI, DIOS PADRE OMNIPOTENTE,
EN LA UNIDAD DEL ESPÍRITU SANTO,
TODO HONOR Y TODA GLORIA,
POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS,
AMÉN.
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