LA UTOPÍA DEL REINO: LA FASCINACIÓN DE LO IMPOSIBLE (Lc 6, 27-38)
Jesús no hace nunca concesiones en su llamada y convocatoria al seguimiento, ni tampoco en lo que significa e implica incorporarse a su evangelio y a ese Reinado de Dios que anuncia: es, efectivamente, el de lo aparentemente imposible, inalcanzable… Y no por ser inaccesible o lejano, sino por lo que nos exige como personas, por el rigor en la entrega absoluta e incondicional, y por la absurda incoherencia del amor divino… ¿Cómo va uno a “amar a su enemigo”? ¿Cómo tomarse con seriedad lo de “poner la otra mejilla”?… Suena más bien a insensatez e incluso estupidez; o, en todo caso, a una especie de desafío chulesco y provocador… ¿Qué pretende Jesús hablando así… Es completamente irreal…
Porque tomar conciencia de la realidad y de lo que somos; del mundo, de la sociedad y de nuestra persona, con su inteligencia y voluntad, parece exigirnos como prueba de conocimiento y sensatez precisamente una renuncia distinta, y opuesta a la pretensión de Jesús: la renuncia absoluta a la utopía (o sea: la definición de la utopía como tal: algo fuera de lugar, inaccesible, en la órbita de lo imposible)…
Y, sin embargo, hemos de reconocer que es su horizonte imposible el que nos hace sabernos y sentirnos vivos… ¡y querer vivir!… Es su deseo (deseo de utopía, de lo imposible), el que otorga a nuestra existencia ilusión, esperanza y entusiasmo, afán de desarrollo constante y perspectiva de futuro, de un futuro infinito, ansiado eternamente y que sea cumplimiento y suma de promesas presentidas, y de misteriosa y profunda e incontenible llamada a lo infinito irreprimible en nuestro ser, e impulso de vida humana; es decir: compartida, enriquecida en común, con horizonte de “fusión con Dios y nuestros prójimos”… como auténtico “paraíso celestial”, como Reino de Dios, en los términos del evangelio de Jesús…
Descubrimos y constatamos con tristeza, con inquietud y amargura, con lucidez y conciencia de debilidad y de impotencia, que todo “paraíso terrenal” tiene algún árbol tentador cuyo fruto nos condena; que no se puede ser “semejante a Dios” sobre la tierra… Ése viene a ser el mensaje del Génesis: que nuestra libertad y nuestro conocimiento nos impulsan al inconformismo con la dado, a escrutarlo todo y no consentir en que se le declare una “zona prohibida” a nuestra inteligencia y al deseo de nuestra voluntad de saber y poder… ¿acaso no somos “imagen de Dios” y se nos ha pedido dominar toda la “creación”?… No soportamos ningún límite; y, sin embargo, estamos limitados y lo asumimos como “castigo”…
Escuchar la llamada “al mundo que quiere Dios” y que nos proclama y reclama Jesús, y darnos cuenta de que es la utopía hacia la que querríamos encaminarnos, el cumplimiento de lo que anida en nosotros, y la aspiración más ilusionante y esperanzadora de nuestro destino y nuestra persona; es algo así como constatar con cierto grado de desilusión y desánimo esa “insoportable levedad del ser que somos”, al sentirnos incapaces y débiles para lograrlo. Pero las palabras de Jesús son exigentes, provocadoras y estimulantes; no son mero consejo o declaración de intenciones, sino “imperativo” para sus discípulos: “Haced…Orad…Bendecid…Dad…”
El evangelio del seguimiento de Jesús (en concreto: “ser cristiano”), es descubrir, vivir y celebrar con ilusión y entusiasmo las fascinación de lo imposible, la utopía del Reinado de Dios al que estamos convocados. En él, en Jesús, descubrimos y palpamos su verdad, su grandeza, y también su necesidad para llegar a la plenitud de nuestra persona y a la culminación de la realidad, del universo entero. Y lo sorprendente, lo que nos descubre Jesús como verdad imperecedera, como la única auténtica verdad, es que la plenitud y eternidad, la infinitud en apariencia inaccesible, “la realidad de la utopía”, es decidirnos a vivir desde lo más absurdo e imposible: el derroche del amor, de la generosidad y de la bondad; tan “sin límites” que nos “desvivamos”, que nos anulemos prácticamente a nosotros mismos muriendo para que los demás vivan…
Lo fascinante del evangelio y del Reino es saber, descubrir, vivir y celebrar lo imposible, que solamente nosotros, gracias a Él, podemos hacer posible… la utopía…
Deja tu comentario