LA MULTITUD SACIADA (Mt 14,13-32)

LA MULTITUD SACIADA (Mt 14,13-32)

Tal vez la única práctica cristiana que hace justicia al verdadero sentido del relato que deberíamos titular “de la muchedumbre saciada”, y no “de la multiplicación de los panes”, ya que por ninguna parte se habla de operaciones aritméticas, a pesar del ingenuo y exagerado cálculo de cantidades y proporciones con el que los evangelistas buscaban llamar nuestra atención a lo que realmente supusoesa jornada decisiva e inolvidable de acompañar a Jesús para escucharle, siguiéndole incondicional y casi impulsivamente, sin tener en cuenta ni prever la logística adecuada para subvenir a la intendencia precisa; aunque, a pesar de todo, no se tratara de una situación de urgencia o de riesgo de desfallecer o morir, ya que el posible ayuno no implicaba la catástrofe humanitaria que los relatores pretenden contagiarnos con su tendencia a la hipérbole narrativa desmesurada, de tono legendario y como es comprensible, buscando retrospectivamente desde su resurrección la mayor exaltación posible del “signo” que hace Jesús y el poder que implica su presencia; como digo, quizás la única práctica tradicional cristiana que captó la profundidad de la escena y sus implicaciones vitales, fue la de los peregrinos medievales (muy lejos de nuestros turísticos “caminos”…), puestos en marcha hacia santuarios o destinos remotos por caminos inciertos y arriesgados siguiendo las otras palabras de Jesús ilustradoras de esta escena cuando pide a los suyos ponerse en marcha sin nada más que un bastón en la mano (y no precisamente para abrirse camino a bastonazos…), confiados en la Providencia de Dios y en la hospitalidad y caridad ajenas.

Desde el principio hemos llenado de imaginación simplista y de una fantasía exagerada y “milagrera” esa escena de la multitud saciada, siguiendo la clara exageración y el tono de leyenda completamente desproporcionado propuesto por los evangelistas, obsesionados como estaban en acentuar tras la resurrección y “ascensión” la divinidad del hombre Jesús que conocieron; y tendentes por ello, de acuerdo con la mentalidad de la época y su pensamiento mágico-religioso, a releer desde la perspectiva de un héroe victorioso y omnipotente, todos los sucesos impactantes y decisivos de su vida, por mucho que en el momento de producirse, sin ninguna duda, no fueron apreciados ni calificados de la misma manera. En el caso presente, si a ese afán mitológico en que se pretende situar el acontecimiento, le unimos la influyente y tardía elucubración místico-sacramental del evangelio de Juan con su discurso del “pan de vida”, surge ese aura milagrosa de “multiplicación de panes y peces” como un auténtico prodigio de crear materia de la nada y constituir a Jesús en el triunfador y líder en el ránking supuesto de los héroes y profetas, profanos y bíblicos.

Pero no es preciso ir tan lejos. Ni es muy “cristiano” hablar de Jesús con tales aspavientos. Su propuesta, y el impulso decisivo de su presencia y acompañamiento para acogerla, es menos espectacular y mucho más profundo: conduzcámonos en nuestra vida con plena y absoluta confianza en el misterio de Dios, cuyo acceso Él nos proporciona y asegura; sólo entonces viviremos realmente la experiencia de la plenitud, de ser colmados, de convertirnos en capaces de gozar en el compartir, de olvidarnos incluso de nosotros mismos para dar de comer a los demás y comprobar que  de esta manera quedamos saciados hasta el punto de rebosar…

Y si olvidamos el pan (aunque no sea eso en realidad lo que nos dice la escena, por mucho que, desde luego, lo implique con todas sus consecuencias) por seguir a Jesús, la solidaridad y comunión que implica ese seguimiento nos dará siempre vida, una vida inagotable, “excesiva”, un derroche de gracia y de entusiasmo, cuya huella hará que esa experiencia decisiva quede marcada como si se tratara de una auténtica “multiplicación de panes”…

Deja tu comentario