¿Que a qué se arriesga Dios contigo? Dios se arriesga a que, como Jonás, no quieras cumplir su encargo de anunciar perdón y administrar misericordia, prefiriendo reclamar justicia y no mostrarte compasivo. A que no ejerzas la bondad…
Se arriesga a que tergiverses sus palabras o las quieras interpretar a tu manera, dando una imagen torcida y falsa del evangelio que le costó a Jesús la vida. Se arriesga a que tu voz no sea la suya porque en lugar de acariciadora y dulce, propiciadora de serenidad y de paz; suene colérica o irritada, y atemorice o asuste.
Se arriesga a que en lugar de alegría y de sonrisas te muestres dispuesto a sembrar discordias, tristeza o enfados; a que su dulzura y mansedumbre no pueda ser accesible a través de tus gestos, de tus miradas y de tus pasos. A que la imagen que transmitas de Él sea falsa, porque sea la de la severidad, la rigidez, o la lejanía y la distancia. A que no lo hagas cercano y lo presentes como inalcanzable; o, todavía pero, que tú mismo te conviertas en obstáculo…
Se arriesga a que tus manos, con las que quiere curar las heridas de aquéllos que han caído al borde del camino, se nieguen a hacerlo porque están ocupadas contando monedas o acaparando posesiones y bienes, todos ellos legítimos sí, pero innecesarios… Se arriesga a que no hagas presente su voluntad y oscurezcas la luz que aporta al mundo, a que apagues su calor y su fuego… porque es a ti a quien encarga de encenderlo…
Se arriesga a que su nombre sea temido, despreciado, o incluso maldito y odiado, porque seas tú justamente quien lo toma en vano al confesarte creyente en Él con tu boca, pero desmentirlo con tus obras y tus actos…
Porque tú eres la apuesta de Dios en ese círculo de vida que te rodea, y al que te ha enviado con ilusión, con urgencia y hasta con apasionamiento. Dios ha apostado por ti, porque te sabe capaz de descubrir su dicha y transmitirla, el gozo profundo de su aventura, la riqueza inagotable de su alegría y de su vida.
Y al apostar por ti sabe bien el riesgo que corre, pero confía tanto en tu persona, en tu buena voluntad, y hasta en tu bondad, esa bondad que Él mismo provoca y potencia en ti; que no tiene ninguna duda de que eres capaz, de que no va a salir defraudado, de que también Él va a gozar contigo… porque Dios no sabe gozar solo, no sabe vivir solo, no quiere, te necesita…
¿Y sabes por qué Él te necesita?: Porque sabe que hay mucha gente a tu alrededor que tiene necesidad de ti para descubrirlo a Él; muchos para quienes te ha buscado y te quiere Él de intermediario, de portador de su mensaje, de su amor y de su entrega, de transmisor en nombre suyo, y no sólo “en nombre” sino “en persona”, del perdón y la bondad de Dios.
El riesgo de Dios contigo, por otro lado, está completamente injustificado. No has hecho nada que lo merezca ni has acreditado condiciones o circunstancias personales dignas de ser tenidas en cuenta por Él. Más bien al contrario: has de reconocer tu total incompetencia, tu falta de aptitud y de cualidades para que Él te tenga en cuenta si tuviera que depender de ti. Y Él lo sabe. Por eso lo encuentras siempre dispuesto y a tu lado, insuflándote, como a Adán, aliento de vida y envolviéndote con el viento huracanado de su Espíritu para que no tengas miedo de ti mismo.
Porque sí, da miedo que arriesgue tanto, poner tanto en tus manos… Eres responsable de que Dios pueda ser reconocido y amado en el entorno de tu vida; y Él se arriesga incomprensiblemente contigo a que no quieras cumplir su encargo. Sin embargo, y ésta es tu gran ventaja y debe ser motivo de tu eterna gratitud y de constante agradecimiento, lo que no has de temer nunca, y Dios no lo teme en absoluto, es ese impulso irreprimible que te hace pensar que no sabrás o no podrás hacerlo. ¿Acaso crees que Él no te conoce o que te sobrevalora? ¡Si es Él quien te ha creado! Y por eso y para eso te ha creado. Porque no necesitaba en tu sitio a otro, sino a ti, únicamente a ti. Y, naturalmente, no te quería solo y aislado, ni como héroe ni como víctima, pero sí como el único capaz de realizar esa tarea exclusiva tuya, como irreemplazable… Él te hace capaz….
Sabido esto, Dios se sigue arriesgando contigo y te pide, te convoca, a que no se te ocurra por ello vivir en solitario, conformarte contigo mismo o pretender buscarlo en lo privado. Te exige comunión, humildad y sencillez para que te sepas tú también necesitado, vinculado a tu hermana, a tu hermano, incapaz de llegar solo hasta Él, requerido a fundirte con ellos en su abrazo, compartir tu vida, entregarla.
El último riesgo de Dios contigo es que formes en esta tierra su familia; que seas, al dejarte penetrar por Él, la hermana, el hermano, de tu hermana, de tu hermano…
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