PERO, ¿EN QUÉ MUNDO VIVES?… (Mt 5, 38-48)

PERO, ¿EN QUÉ MUNDO VIVES?… (Mt 5, 38-48)

 

Pero, ¿en qué mundo vives, Jesús?… Nadie duda de tu bondad y de tus más que buenas intenciones; pero, ¿cómo se te ocurre decir que hay que “amar a los enemigos”?… De acuerdo, aunque a regañadientes, con tu voluntad de perdonar a ultranza, sin pedir nada a cambio (a pesar de que eso sea ya de por sí prácticamente imposible, si pretendemos una sociedad “justa y equitativa”…); pero aun así, a pesar de disculparte por esa “fijación” tuya, casi obsesiva, en la misericordia y el perdón, ¿a qué viene exagerar las cosas hasta el límite de pretender lo imposible, lo casi contradictorio  con nuestra vida real, tal como la hemos de vivir en esta sociedad forzosamente desigual e injusta que no hemos elegido nosotros y nos viene impuesta?…

El propio Jesús habla de hacer algo “extraordinario”…; y casi dan ganas de decirle, como si lo hubiéramos así atrapado con sus propias palabras: “¿y quién te ha dicho que queramos hacer algo extraordinario?… Pero si justamente los cristianos casi presumimos de lo contrario: de no querer destacarnos por nada, de hacer todo “lo normal y ordinario” como ciudadanos “ejemplares”, sin distinguirnos en nuestra vida por nada especial, y únicamente añadiendo a “lo normal” de cualquiera (a título privado y “sin tener que dar cuentas ni que le importe a nadie”), el cumplimiento de nuestras celebraciones religiosas, el intentar “ser mejores” creciendo en solidaridad y en generosidad, y el no disimular ni avergonzarnos d llamarnos creyentes y cristianos (que a veces también…).

Pero es evidente que la respuesta de Jesús no puede ser otra que decirnos: “¿es que acaso crees que seguirme no es “algo extraordinario”?… ¿es que no has comprendido aún que te convoco precisamente a “lo imposible”?… ¿es que hay algún discípulo que pretenda serlo sin cambiar su vida, sin “salir de este mundo”?… ¿con tan poca profundidad, y de forma tan superficial, os habéis acercado a mí?… Quien quiera sólo creer en mí, que crea; pero quien se atreva a confesarse discípulo mío porque acepta mi llamada, sin necesidad de alterar su forma material de vida, ¡ha de vivir desde mí, a  mi manera!: es decir, a la manera de Dios, de ese Dios incomprensible, absurdo y contradictorio en apariencia… en dimensiones de excepcionalidad respecto a este mundo, en el surco de lo divino encarnado, en lo extraordinario accesible al Espíritu Santo derramado, en la provocación de lo imposible, pero posible para Dios y también para los suyos”…

¿En qué mundo vives? le preguntamos a Jesús casi irreverente, irónica e incluso socarronamente…  ¿Y, en qué mundo quieres vivir tú?, nos responde él humilde, delicada y amorosamente… ¿en el de las rivalidades y discordias, los enfrentamientos y violencias, la impaciencia y las divisiones condenatorias del otro, el de la insensibilidad hacia el prójimo, viéndolo siempre ajeno e incómodo?…

Porque (nos viene a decir nuestro Maestro con su vida y su evangelio), si la propuesta suya de “vivir como Dios vive”, como quiere que consintamos nosotros mismos libremente en vivir, acompañados y fortalecidos siempre por su gracia, con el regalo desbordante e incondicional del Espíritu Santo por su Hijo; si eso nos conmueve, desde el asombro por tanto atrevimiento divino, primero para compartir nuestra carne y hacerse uno de nosotros; y después para incorporarnos misteriosamente a él mismo, capacitándonos para trascender nuestra inmanencia y ser ya “hijos en el Hijo”; y si, además de sentirnos conmovidos y perplejos (desde el completo “estupor”, como dice nuestro Papa Francisco), nos resulta imposible de rechazar y nos llena de gozo y entusiasmo (no exento de “santo temor”, pero contagiados de la audacia de creer en ese Jesús, el Hijo) esa llamada absolutamente inimaginable a la aventura de lo extraordinario y lo imposible, lo inhumano por divino, y lo absurdo por ser incomprensible; entonces, no puede haber duda ni vuelta atrás: ya sólo podemos vivir en las coordenadas de otro mundo, “planear nuestra vida según Dios”, sustrayéndonos al rigor y al “consejo y prudencia” de los planteamientos humanos, prestando el lugar privilegiado a la providencia y a lo imprevisible de su audaz propuesta, renunciando a lo alcanzable con nuestras fuerzas y gozando desbordantes de esa “inconsistencia” y rareza de pedirnos amar a los enemigos, hacer el bien a quien nos odia, rezar por quienes nos persigan,… ¡Menuda vida y menudo mundo nos propone!…Pero es la única propuesta que nos hace, y de modo urgente, apremiante… y sin ansiedad ni angustia; sino desde el gozo, la alegría y la esperanza, desde una seguridad inconmovible cimentada en Él que nos alienta y nos impulsa…

De cualquier manera siempre es completamente oportuno el interrogante, y además se convierte para nosotros en una cuestión inevitable, exigida por una fe auténtica (y no por tantos sucedáneos de ella de los que presumimos…). Cuando nos atrevemos a construir toda nuestra existencia, incluso “material”, desde un anclaje y confianza absolutos de nuestra vida en Dios, desde la prioridad gozosa e  incondicional por Cristo, que reclama humildad y coraje… entonces es necesario preguntar continuamente: “¿en qué mundo vives, Jesús?”, para así poder escuchar de él como respuesta: “¿es que tú no quieres vivir en ese mismo mundo mío?… pues: ¡ánimo!, no tengas miedo…”

Un comentario

  1. […] Para seguir leyendo: http://rescatarlautopia.es/2023/02/17/pero-en-que-mundo-vives-mt-5-38-48/?utm_source=mailpoet&ut… […]

Deja tu comentario