CONSERVAR LA SENSATEZ (Domingo De Ramos)
Más que de cualquier otra manera, solemne y exhibicionista, o amenazante y reivindicativa, imagino a Jesús entrando divertido en Jerusalén de un modo festivo y, ciertamente, celebrado y alegremente homenajeado por los suyos conocidos y por otros peregrinos curiosos, que al reconocerlo quieren expresarle su simpatía y gratitud por haber sido testigos de sus palabras y de sus milagros; y que creen que ese “algo especial” que hay en él, también ahora se va a hacer manifiesto en la capital. Pero, divertido y complaciente, lo adivino, más bien y sobre todo, con mirada muy profunda y sufriente.
Y no me cabe duda, por otro lado, de la modestia y poca importancia real de esa “entrada”, que nosotros hemos llegado a llamar “triunfal” sin ningún motivo justificado, y que sólo celebra la popularidad y autoridad de Jesús entre sus compatriotas galileos y todos aquellos que tienen noticia de él; pero ningún triunfo, menos aún la actitud subversiva y caudillesca que se supone a un revolucionario o al cabecilla de un supuesto levantamiento o de un simple mitin… Probablemente la cuestión es muy simple: no esperaban verlo en Jerusalén ahora y celebran haberlo encontrado, homenajeándole y expresándole así su cariño, sin más pretensiones. No provocan un tumulto ni lo convierten en una algarada. En resumen, alegría y fiesta ante su presencia imprevista, y voluntad de “llevarlo en andas”, dado que muchos han sido beneficiados directamente por él o, simplemente, han recuperado la confianza y esperanza en Dios a través de él…
Se trata, pues, de un marco de celebración festiva, y, en consecuencia, irreflexiva, proclive a la exageración y algo “irracional”, espontánea… Jesús la protagoniza y vive, pienso, complaciente y divertido; pero sin demasiado entusiasmo… como muestra de supuesto amor y confianza, pero sin fomentar o permitir que sea origen o expresión de otra cosa…Jesús, simplemente, «se deja hacer»…
Porque solamente una persona conserva la sensatez y la prudencia sin dejarse arrastrar por el entusiasmo desbordado de la masa amorfa, presa fácil de manipuladores y demagogos, y propicia a dejarse arrebatar la libertad y la voluntad sometiéndose a la irracionalidad que avasalla, sea para encumbrar irresponsablemente a alguien, o para lincharlo y conducirlo al patíbulo… y esa persona es él: Jesús, el celebrado…
El Hosanna de la “entrada en Jerusalén” no le produce ninguna gran satisfacción, y, sorprendentemente, no sólo elude cualquier declaración en tono reivindicativo de liderazgo e influencia, al objeto de proclamar ante un auditorio proclive su mensaje del Reino e insistir en su evangelio, sino que no se muestra rebosante y agradecido, y más bien parece soportarlo con paciencia y resignado sabiendo lo efímero de tanto homenaje.
Diríase que para Jesús la entrada solemne del Domingo de Ramos es precisamente la consumación de una de las tentaciones que aparecían con mucha menos solemnidad en el pórtico de su vida pública… y también ahora la evita…
En realidad los evangelistas no nos narran una exhibición o un triunfo, sino simplemente el alcance de las falsas expectativas creadas en torno a Jesús respecto a su evangelio del Reino de Dios; es decir, una vez más, la incomprensión… y, evidente y consecuentemente, preludian el rechazo en lugar del triunfo, cuando todos (incluidos sus discípulos) perciban y aprecien claramente el error en que incurren, al comprobar la absoluta radicalidad de la misericordia y el perdón que Él encarna, de la llamada incondicional y universal a la acogida y al servicio que proclama, y que no se detiene ante el extraño, el desconocido sospechoso, ni siquiera ante el poder imperial o las autoridades religiosas corruptas, a las que denuncia porque no puede silenciar la verdad o ser cómplice del error y la mentira, pero a las que no se enfrenta nunca desde el odio o la violencia, porque también para ellos es el mediador absoluto del amor y la paz de Dios, de su bondad y su perdón.
Domingo de Ramos es la promesa de Pedro asegurando que nunca abandonará a Jesús horas antes de renegar de él cobardemente… es el beso de Judas unos segundos antes de entregarlo en manos de sus verdugos tras haberlo acompañado hasta el mismo cenáculo… es el “te seguiré adonde vayas…”, el “Maestro, ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna?…”, previo a reconocer minutos más tarde: “Duras son estas palabras, ¿quién puede aceptarlas?…” La explosión incontenible del Hosanna es el desbordar de nuestra hipocresía, que supone vivir de sueños y espejismos, de brillos falsos, con los cambiantes y caprichosos criterios y modas mundanos, sujetos a intereses siempre ocultos (aunque sean los de la mera vanidad), o a reflejos instintivos desorientados y desorientadores… Jesús no puede alegrarse mucho: no es precisamente el triunfo de su evangelio… Sólo puede asistir resignado, desolado más que satisfecho, a un aparente éxito siempre evitado por Él y nunca buscado, porque conserva la clarividencia y la sensatez para saber que Pedro le va a negar, que Judas le está traicionando, y que tantas promesas de seguirle se resuelven tras estallidos de júbilo en desiertos de silencio…
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