CUMPLIMIENTO Y RUPTURA (Mc 1, 14-20)

CUMPLIMIENTO Y RUPTURA  (Mc 1, 14-20)

Que se haya “cumplido el tiempo” implica que irrumpe algo nuevo. No se trata del asentamiento definitivo de un poder ahora por fin consolidado en un presente que es mera continuidad progresiva y consumación final de un pasado que lo iba gestando, sino del alumbramiento de otra realidad, apuntada y prometida, vislumbrada, pero cualitativamente distinta. Había sido unos siglos antes la premonición del profeta: “está surgiendo algo nuevo, ¿no lo notáis?”.

El Reino de Dios no es uno de nuestros reinos: el más fuerte, el único encumbrado al máximo a consecuencia de su espectacular triunfo y esplendor, para deslumbrar a propios y extraños, convirtiéndose su monarca regio en polo de atracción personal y su dominio en lugar envidiado y codiciado donde residir; no es Salomón atrayendo y cautivando a la reina de Saba… ¿Acaso sabíamos quién y cómo es Dios para conocer cuál es su Reino y cómo ejerce su Reinado?

Por eso, en paralelo a esa cercanía y proximidad divina que aporta la persona de Jesús a la humanidad y al mundo real, y que Él mismo intenta hacernos accesible y comprensible para que podamos reconocerla, apreciarla y gozarla, constituyéndola en el eje de nuestra propia persona y de nuestra vida así enriquecida y proyectada al propio misterio de Dios; va unida, podríamos decir que “indirectamente”, pero de modo misterioso y urgente, una tarea de destrucción forzosa de nuestra imágenes y pretensiones sagradas: la vida excéntrica y sorprendente de Jesús, con obras y palabras, nos obliga a desmontar precisamente esas imágenes divinas nuestras, nuestras falsas esperanzas y consuelos, “nuestros sacrificios y ofrendas” desencaminados y conducentes a idolatrías y engaños, nuestras perversas “buenas voluntades” ocasión de fáciles consuelos y de pretendidas justificaciones.

Al afirmar con contundencia desde el principio que “el Reino de Dios está cerca”, Jesús nos está diciendo que no lo conocemos, que esa realidad y ese momento es como un punto de inflexión y una posibilidad abierta a la persona humana y a su historia, y que solamente Él nos lo puede mostrar y dar acceso, porque no puede haber otra persona cuya identificación con el mismo Dios sea constatable. Y, sobre todo, nos anuncia, y eso es lo único que hace  solemnemente, que eso es una “Buena Noticia”, la genuina y auténtica ”Buena Noticia” para la humanidad, la única imprescindible… y está al alcance de toda persona que actúe con sinceridad y honradez, desde lo profundo de ella misma y desde la verdad…

El mensaje definitivo de Dios a través de Jesús, su anuncio proclamando el misterioso e insospechado Reino de Dios, es “lo que excediéndonos absolutamente, nos da vida”; porque “en Jesús encontramos a Dios, a nosotros mismos, la relación entre Dios y nosotros, nuestro destino y el camino que nos conduce a él” (Pedro TRIGO). Por eso nos convoca, nos lo anuncia y nos pide conversión a Él y plena confianza en Él.

Anunciarnos Jesús su propuesta de vida es querer compartir con nosotros su forma de vivir: nada menos, como descubrirán sus discípulos tardíamente  (¡siempre llegamos tarde a los negocios de Dios!), y solamente al comprobar su incomprendida coherencia radical de vida gracias el refrendo divino de su aún más incomprensible e inesperada, aunque anhelada, resurrección…; digo, querer compartir Jesús con nosotros su forma de vivir: nada menos que la forma como Dios vive su humanidad, el único modo como una persona divina puede vivir en esta realidad finita sintiéndose, sabiéndose y siendo uno de nosotros…

El anuncio es convocatoria, llamada a la comunión con Él, inclusión en Él, mensaje oral externo provocador que se encarna en las entrañas, libertad y voluntad de incorporarse a ese Reino de Dios, a la única vida cuyo horizonte es eterno, inextinguible, preservador del bien y del amor, gozo inefable e incontenible en perspectiva de futuro irrenunciable, “evangelio” pleno, que se desborda de forma irremediable en alegría y gratitud, en misericordia y en bondad… En resumen y concisamente: cumplimiento definitivo y ruptura inevitable…

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