PROHIBIDO

Tenemos prohibido ocultar nuestra luz. Porque no es nuestra… es la luz de Dios encendida en nosotros… y esconderla nos está rigurosamente prohibido. Y tampoco se nos permite usar la luz para alumbrarnos únicamente a nosotros, para encerrarnos en nuestra casa y aprovechar su claridad nosotros en privado. Desautorizados tajantemente a vivir en beneficio propio… ¿Discípulos de Jesucristo para buscar salvarnos?: ¡No! ¡Absolutamente prohibido! Para salvar a los demás…

Es salvando a los demás como podremos encontrar nosotros mismos a Dios… Iluminando la vida ajena podremos nosotros ver, pero no es lo prioritario nuestra visión, sino la de ellos… nosotros solamente podremos ver con claridad cuando los hayamos alumbrado a ellos… ¿Extraño? Tan extraño como Dios, que siendo luz se estremece en las tinieblas de nuestra misma muerte…

Por eso tenemos prohibido pensar en nosotros mismos, buscar seguridades y amurallarnos. Ni en los palacios nuestros ni en los recintos sagrados. En lugar de resguardarnos seguros e incontaminados, hemos de estar a la intemperie y desgastarnos, arriesgar lo nuestro e incluso prescindir de ello, entregarlo y desembarazarnos de todo lo que puede ser obstáculo, porque nos reclame apego y cuidados, y no sea ocasión de compartir, de servicio y gozo ajeno.

Olvídate, pues, de figurar en las listas de éxito o en los reclamos publicitarios. No creas que vayan a reconocer tus logros o aplaudir tus posibles hazañas; porque el reconocimiento público no forma parte del encargo ni de las promesas. Lo que Él te reclama se da gratis y no aporta dividendos ni crédito; en todo caso descrédito: una corona de espinas, o un manto color púrpura, o algunos clavos…

Ni nos dejan partir de favoritos, ni apostará nadie sensato por nosotros, ni nos buscarán para alianzas o pactos ventajosos o, simplemente, interesantes… No, habrá que darlo todo sin cálculos y sin reclamar beneficios; y contando más bien con algún siniestro interés en perjudicarnos, en arruinar nuestro prestigio, puede que en condenarnos… No importa, no te resistas: también te está prohibido resistirte, reclamar compensaciones, esgrimir derechos o buscar bienhechores. Tu único aval ha de ser tu inocencia, tu humildad y tu sonrisa indulgente.

Porque, por supuesto, te está prohibida cualquier forma de violencia y toda arma. Para vencer cualquier posible batalla solo tienes que contar con la sencillez y la dulzura, con la mansedumbre y la alegría, con la delicadeza y la ternura. A los golpes has de responder siempre con caricias y a los insultos con perdones. Lejos de ti la enemistad o la impaciencia, la descalificación absoluta de las personas o el rechazo definitivo condenatorio de alguien. Prohibido juzgar. Desautorizado a condenar. Obligado a la indulgencia y al perdón. Y tu escudo: la sonrisa.

Y es que la bondad es un caminar lleno de prohibiciones. Pero sin una brizna de descontento o amargura. Porque en realidad no son impedimentos u obstáculos, limitaciones o impotencia, sino las simples huellas de ejercer tu libertad, de dejar que fluya Dios en ti, de gozar de una alegría y entusiasmo arrebatadores que te tienen sumido en las entrañas divinas, absorbido en el huracán de su Espíritu.

No se trata de imposiciones que frustran nuestros proyectos, ni de restricciones al ejercicio de nuestras decisiones legítimas; sino de una voluntad que se quiere sumar a la negativa de Dios a ensimismarse, y hace de la renuncia a lo propio ocasión y fuente de vida, porque sólo pretende (y lo logra), enriquecerse eternamente del otro, de su hermana y de su hermano, y no sabe vivir sin desvivirse…

¿Prohibiciones? ¿Renuncias? ¡Atreverse a vivir! Sentirse agradecido de poder, simplemente, pilotar la frágil canoa de tu vida dejándola deslizarse en el torrente divino, y sin pretender poner diques a su Espíritu, ni rectificar sus cauces… Gozar de descubrirte no en ti mismo, sino en el otro. Inundarte de Dios, el cual, seguramente porque así lo ha decidido, y para siempre, es el único que lo tiene prohibido todo, absolutamente todo menos vivir… porque sólo Él está absolutamente vivo… A Él le basta La Vida…

Por |2019-06-25T16:25:45+01:00junio 25th, 2019|Artículos, General|1 comentario

Un comentario

  1. Nines 28 junio, 2019 en 18:56 - Responder

    Difícil, muy difícil. Sobre todo cuando intentamos por todos los medios juzgar y llevar la justicia a nuestro entorno (nuestra justicia).
    ¿Esa justicia es la de Dios?
    En absoluto, pero a pesar de todo no paramos de buscarla. Creemos que nuestra obligación es llevar lo que es justo a nuestro entorno, a cambio de desacreditar a quien haga falta, aunque sea con motivo.
    ¿Intentar sonreír cuando ta dan una bofetada?
    Ojalá nos resultara tan fácil sembrar sonrisas y bendiciones. Ojalá pudiéramos dejar de mirarnos el ombligo.
    Gracias por esta gran reflexión.

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