Decirte hoy,
como te decía una y otra vez
cuando era niño,
que no hay mayor belleza que la tuya,
porque eres mi madre…
Decirte hoy,
como te decía una y otra vez
cuando fui adulto,
y cuando la fragilidad y la impotencia
te hacía depender de nosotros,
tus hijos tan queridos y cuidados,
que seguías siendo la más bella…
y sonreírnos todos
de lo cierto que era,
porque eres nuestra madre…
Y decirte hoy,
en el misterio de tu muerte
y en el de la espera de la nuestra,
que has aumentado al infinito tu belleza,
porque has llegado al fin hasta la Vida;
y en ella,
y para siempre,
has llevado a plenitud ser nuestra madre:
la más bella…
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