La mirada de Lázaro
Estaba muerto, Señor, y ahora estoy vivo;
pues tú, Oh Cristo,
como Yahvé al salmista,
has rescatado mi vida del Abismo.
Y revivido ahora,
me encuentro al despertar con tu mirada…
y yo ya no puedo dejar de mirarte
ni un instante;
ya mis ojos mirarán siempre a lo alto,
a tu Reino, a tu futuro,
a lo eterno de una cruz que te realza
y te entroniza en la gloria;
y que te otorga
esa asombrosa identidad divina.
Ya puedo salir de mi penumbra y de la sombra,
del sepulcro de mi muerte y de mi nada,
de mi oscuro pozo de condena justa,
porque has redimido mi culpa:
ya te puedo mirar entusiasmado…
Y anclo ya mi mirada en tu horizonte
como en tierra firme,
como en la realidad ahora segura
de esa visión del futuro hecho presente,
de ese clamor de vida recreada.
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