PLEGARIA EUCARÍSTICA
-Cuarto Domingo de Cuaresma-
¿Cómo no darte gracias, Señor, por tus palabras
por tu agua viva,
por tu exceso de luz,
por esa fuerza y energía de lo alto
que acompaña e ilumina nuestras vidas?
Al sentir así tu cercanía
desde la trascendencia inaccesible de tu santidad,
a la que nos convocas y diriges,
nos unimos a los ángeles y te aclamamos cantando:
SANTO, SANTO, SANTO…
Desde ese horizonte de santidad,
y de tu vida de Trinidad divina,
envía, Oh Padre, tu Espíritu Santo,
para que santifique esta ofrenda de tu Hijo.
Porque fue Él quien la víspera de su morir crucificado,
reunido con los suyos, como memorial y despedida,
tomó el pan y se lo dio diciendo:
TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL…
Y después tomó el cáliz proclamando:
TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL…
Cristo se entregó por nosotros:
Por tu cruz y resurrección,
nos has salvado, Señor.
Ahora, Padre, mirando hacia la cruz de tu Hijo,
iluminados y animados por la fuerza del Espíritu Santo,
que, como al ciego de nacimiento,
nos abre el horizonte de tu Reino:
de una vida gozosa y transparente
saliendo de las tinieblas de nuestra ceguera
y de la oscuridad en que habitábamos,
nos sentimos agradecidos y felices
porque nos haces dignos
de servirte en tu presencia.
Quienes hacemos nuestra
la mirada de aquel hombre,
dichoso y entusiasmado
por el imprevisto regalo
de una luz que transformó su vida
y le movió a confesar su fe en Jesús,
te pedimos, Padre,
que nos concedas ese coraje
y esa audacia de tu espíritu en nosotros,
que nos hace capaces de mirarte sólo a ti
dejándonos llevar por la mano de tu Hijo,
confesando sin miedo nuestra fe,
rectificando nuestro caminar a oscuras
e incorporados a la comunión de tantos hermanos
que han sabido abrir los ojos
y conjurarse unidos por tu Reino.
Mira a esa Iglesia tuya, universal y sinodal,
que está unida a María y a José,
y a todos tus santos,
y a ese ciego ya salvado;
y a la que nos unimos también nosotros,
en camino de Cuaresma,
para convertirnos realmente
y ser, como él,
testigos tuyos audaces y entregados,
confesores de nuestra confianza en ti.
Y concédenos lucidez y valentía
para asumir la docilidad y mansedumbre
de quienes son ovejas de tu rebaño.
Haz que desaparezcan de nuestra vida
el conformismo y el desánimo.
Ilumina al Papa y a los obispos.
Que tu luz resplandezca sobre todos tus fieles,
y que alumbre en la humanidad entera
caminos y sendas de paz y de perdón,
de fraternidad y de concordia.
Y que ese resplandor de un mundo nuevo,
el tuyo,
acoja a nuestros difuntos y los colme;
y que nos reunamos con ellos
en la plenitud de tu gloria,
en la claridad de tu eterno Reinado.
POR CRISTO, CON ÉL Y EN ÉL,
A TI, DIOS PADRE TODOPODEROSO,
EN LA UNIDAD DEL ESPÍRITU SANTO,
TODO HONOR Y TODA GLORIA
POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS.
AMÉN.
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