HARTAZGO DE DESPROPÓSITOS

HARTAZGO DE DESPROPÓSITOS

Si contabilizáramos el tiempo, dedicación, esfuerzo, actividad, e “inversión”, que en lo que llevamos de siglo la institución eclesiástica, Conferencias Episcopales y obispos, y en respuesta a sus llamadas todos los “fieles comprometidos” en la Iglesia Católica, sus diócesis y parroquias han dedicado a promover, organizar y desarrollar “Congresos”, “Encuentros”, “Jornadas”, “Sínodos”, “Años Santos”, y un sinfín de iniciativas aureoladas pomposamente como “reevangelizadoras”, “en misión”, “en salida” y eslóganes similares con ribetes de “compromiso” y de militancia ejemplar, (tan requeterrepetidos y enarbolados en sus convocatorias,  panfletos y llamadas que han llegado a ser simple lugar común casi carente de contenido porque viene a ser algo así como las fórmulas obligatorias y prefabricadas de instancias preformuladas o los protocolos de presentación de actos solemnes o de convocatorias de mítines); como digo, si contabilizáramos ese tiempo y esfuerzos (al que he de sumar éste mismo mío de criticarlo y empeñarme en denunciar su vaciedad, sus nulos resultados reales, su falta de solidez, carencia de auténticos objetivos reformadores, desenfoque absoluto de la realidad, etc.), parece que llegaríamos a la conclusión de que los cristianos en el siglo XXI dedicamos más esfuerzo a rellenar encuestas, formular documentos que son papel mojado casi cada año y es preciso reformular de nuevo, convirtiéndonos en Sísifos de ese cúmulo incontable de “Conclusiones”, “Directorios”, “Propuestas”, “Constituciones Sinodales”, “Pautas de reforma”, “Planes Catequéticos”, “Disposiciones”… pues la caducidad real de tales documentos es tan breve (si es que llegan a ser mínimamente efectivos…), como la de cualquier alimento perecedero del supermercado, que a veces va a parar al contenedor (y no precisamente al reciclable…) por inservible sin haber podido llegar a consumirse…; bueno, sigo diciendo, hemos dedicado tanto tiempo a todo eso, que no nos ha quedado ni un minuto para la sencilla, y ésta sí inaplazable, urgente y siempre válida y no perecedera tarea de “vivir el evangelio”…

Puedo parecer excesivamente crítico, destructivo, caústico, y todos los adjetivos que se sugieran para calificar la disidencia; pero estoy desde hace mucho tiempo  harto de tanta falsa renovación, de tanta llamada solemne, de tanta arenga dirigista, de tantas comisiones organizadoras y comités de consulta, tanta autocomplacencia en la burocracia y “logística” de estos supuestos eventos extraordinarios, que no suponen sino una inflación de oraciones ad casum, argumentos retóricos huecos de realidad, empacho de palabras en la boca para expresar tales bendiciones y ardor en el estómago porque son inasimilables y acaban, como todos sus folletos, carteles y propaganda, y como decía Jesús, en el excusado…

Y no quiero decir nada más… Que se tome, si se quiere, como el ex abrupto de alguien que se desmarca de todo eso, con su plétora de delegados, peritos, responsables… y su caterva de cargos a elegir, representantes sin representados, comprometidos sin compromiso, carismáticos sin carisma, líderes sindicales sin trabajadores sindicados…; y, en definitiva, como mucho, movilización de los ya movilizados… y que se asemeja a juegos de manos, a maniobras de distracción, o a entusiasmos pueriles de niños inconscientes y caprichosos, encandilados con eso que se ha convertido en simple juego o juguete para pasar el rato. Simplemente eso: me declaro ajeno a tanta actividad y debate estéril y, si se quiere entender así, feroz crítico de ese despliegue.

Estimulemos, insistamos y promovamos no una mayor burocracia, organigramas cada día más complejos, dirigismo y dependencia, estructuras y delegaciones, planes pastorales y nuevas normas, que se suceden unos a otros, y años santos con indulgencias plenarias dándose el relevo; sino la autonomía y responsabilidad de las parroquias, de la iglesia local, la concreta y real, la verdadera… Porque la iglesia no es una “esencia” ni una entelequia, ni tampoco una empresa o una gran multinacional con necesidad de actualizar sus sistemas de producción para que sean rentables… sino una comunidad concreta, una comunión de creyentes en Jesús que se constituye en vínculo de fraternidad y en conjura por su Reino… Y dejemos que a partir de ahí surja y se fomente la mínima “estructura” reclamada como vínculo de unidad y de universalidad al sentirla como propia; pero no como una institución cuyo piramidalismo hace que su única fuerza de gravedad reconocida sea de arriba abajo

Y ya sé todo lo que se me va a argüir frente a lo que digo: que ésa es justamente la intención de tanto congreso; que se quiere responder, precisamente, a la inquietud de los cristianos de a pie que están vinculados a sus parroquias; que es una tarea necesaria para estar a la altura del mundo de hoy y de los recursos actuales, cuyos medios crecen vertiginosamente,… he escuchado y seguiremos escuchando todos esos argumentos bienintencionados; y no dudo que sinceros y vistos por sus promotores como medios y modos cabales para “dar razón de nuestra esperanza en el aquí y ahora”… Pero, contando con todo eso, me reitero en mi empacho y en mi hartazgo que es amenaza de indigestión y de úlcera… y confío en no ser sometido a cirugía… Que nadie me busque en esos ámbitos; renuncio a ellos para dedicarme a intentar ser un miembro digno de mi iglesia local, de mi parroquia, de mi comunidad fraterna, de la comunión de discípulos en la que estoy integrado. No quiero ser delegado de nada, representante de nadie, participante en ningún congreso ni peregrino de ningún año santo… que mi indulgencia perpetua la gane el dolor de mis pecados y el perdón de Dios y de  mis hermanos…

En resumen, me niego, simplemente, a fomentar todo este tinglado. Y, como no busco enfrentamiento, sino convivencia y paz en la necesaria disidencia evangélica, no voy a dedicar el más mínimo esfuerzo a oponerme activamente o intentar dinamitarlo. Ya me parece haber caído en la tentación por haberme dedicado a describir este hartazgo, que sólo pretende ser una especie de descargo de conciencia

Y, por último,  a pesar de toda la verdadera seriedad del asunto, mi actitud y mi talante es totalmente opuesto a la crispación, al enfado, al enfrentamiento o a la polémica; es el de la alegría y el humor del evangelio… me divierte vivir y pensar de esta manera… y sonrío con ganas y de corazón cuando hablo de este modo a mis hermanas y a mis hermanos…

Por |2021-06-22T14:12:07+01:00junio 22nd, 2021|Artículos, Reflexión actualidad|Sin comentarios

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