DOS SALMOS DE ANTONIO BAEZA

EN DEFENSA DEL HOMBRE

Cuando hago memoria de tus gracias

en mi vida, Señor,

no puedo menos que caer rendido

en bendición y agradecimiento.

No hay nada bueno en mí

que no tenga en ti su origen;

ni nada malo en mi vida

que en ti no encuentre su límite y destrucción.

El Señor agudiza nuestra mirada

para que sepamos ver su obra

de gracia y profundidades infinitas;

él nos libera de las garras de la superficialidad

haciéndonos entrar por caminos

de simplicidad en su presencia.

Bajo la mirada fría y analítica

sólo somos el aliento de uba hierba que se marchita

o una gota de rocío mañanero

que el sol de mediodía evapora;

bajo el recuento de cifras y estadísticas

no pasamos de ser un número de necesidades a saciar

y de metas temporales a cubrir, para después

desaparecer en las sombras de la nada definitiva.

Pero, a la luz de tu sabiduría

comunicada al corazón silencioso y contemplativo,

somos un latido de tu amor inmortal,

una chispa viva

de tu hoguera de felicidad infinita.

Bendecid al Señor, hombres rebeldes,

los que no habéis cedido ante la certidumbre

de los datos acumulados por las ciencias altivas;

bendecid al Señor cuantos aceptáis ser criaturas

de un Dios que se hace criatura con nosotros;

bendecid al Señor todos vosotros,

que en vuestra pequeñez reconocida

os descubrís llamados a la comunión con el todo.

Sí, bendeciré al Señor día y noche;

lo bendeciré en la suerte y en la desgracia,

porque él transfora en bien absoluto

los males que pretendían ocultarnos

nuestro destino trascendente.

CANTO DE PEREGRINACIÓN

Como los montes lanzan la tierra hacia alturas de armonía,

así levanto mis ojos hacia ti, Señor.

Mi espíritu es una cordillera de cumbres disparadas

que anhela atrapar en su regazo el infinito azul.

¡Qué abrazo del cielo con la tierra

se abre ante mis pasos que te buscan, Señor!

¡Qué protección la de tu mano extendida

que me conduce por senderos de profundidad e interiorización!

Cuando el cansancio me vence tras la dura jornada

y el sueño pone nubes pesadas en mis párpados,

¡Tú velas mi descanso, Señor!

Aunque camine por el filo de un acantilado

y el mar ruja devorante bajo mis plantas;

aunque me encuentre sin sombre protectora

en el mediodía canicular y alucinante;

aunque la noche me rodee de aullidos de lo desconocido

y el miedo se abalance como fiera hambrienta contra mi corazón…,

¡seguiré confiando en ti,

protector de los mendigos de la paz,

guía seguro de los que tienen hambre de tu presencia!

Por |2021-05-18T17:47:11+01:00mayo 18th, 2021|General, Oraciones y música, Orar|Sin comentarios

Deja tu comentario