FRAGMENTOS DE UN ESCÉPTICO (3) “Variaciones sobre un mismo tema”

FRAGMENTOS DE UN ESCÉPTICO (3)

“Variaciones sobre un mismo tema”

(3)

Estamos en el siglo XXI. El evangelio no puede predicarse del centro hacia la periferia; sino que desde la periferia, único lugar del anuncio y la convocatoria de Jesús a integrarse en una comunidad fraterna de discípulos, llega al centro, en la medida que esa comunidad es consciente y responsable de unidad y de mantener el vínculo fraterno con el resto de comunidades que se reconocen discipulares de Cristo. La referencia al “centro de unidad”, a la comunidad de Roma si así se quiere definir, es ese reconocimiento oficial, es decir “universal”, de fidelidad cristiana. El “centro” es resultado, no origen ni causa. Y su solicitud por las iglesias locales, las comunidades fraternas concretas, es la única razón de ser de una iglesia oficial “central”, institucional.

Así, pues, la única forma auténtica, sincera y honrada de “reevangelizar” es dejar de lado dos mil años de historia (¡sin olvidarlos, por supuesto!, pero aparcándolos y leyéndolos como un “paralelo” de “evangelización” en condiciones superadas), y volver a enfrentarse con mirada limpia y sin las orejeras ni las lentes que han ido forzosamente adulterando (y a veces prostituyendo) ese evangelio, al reto y a la convocatoria de Jesús sin prejuicios, distorsiones, deformaciones ni intermediarios. Por eso la tarea prioritaria es eliminar el polvo y la suciedad adheridos y acumulados por las “buenas intenciones” de tantos siglos, que nos han llevado a tantas deformidades y traiciones. Porque no se trata de reivindicar la historia de la Iglesia esgrimiendo todos los argumentos posibles y reales “a favor”; o sus méritos y logros (indudables) en ese largo periodo de la humanidad… eso puede ser muy justo y digno de consideración; puede ser estimado por muchos como una tarea legítima e incluso necesaria de reconocimiento… ¡PERO ESO NO ES EVANGELIZAR!…Reevangelizar es volver a colocarse desnudos delante de Jesús, como san Francisco, y escuchar su “Sígueme…” sin haberlo ya retraducido a nuestra conveniencia o a nuestro antojo; es decir, antes de deformarlo haciéndonos intérpretes absolutos y nombrándonos traductores imprescindibles (traduttore, traditore…) de su reclamo y sus consecuencias en nuestra vida y las de quienes nos rodean.

Por |2020-03-17T10:20:47+01:00marzo 23rd, 2020|Artículos, General, Reflexión actualidad|Sin comentarios

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