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LO IMPORTANTE NO ES EL MILAGRO (Mc 1, 40-45)

LO IMPORTANTE NO ES EL MILAGRO (Mc 1, 40-45) Cuando el leproso, curado tras encontrarse con Jesús y pedírselo con absoluta confianza, considera su sanación, su recuperación de la dignidad perdida (ya sabemos que el leproso no sólo era un enfermo, sino sobre todo un proscrito, un “apestado”: excluido, discriminado, maldito…), no celebra tanto su salud cuanto su encuentro con Jesús. Parece

ATRACCIÓN IRRESISTIBLE  (Mc 1, 29-39)

ATRACCIÓN IRRESISTIBLE  (Mc 1, 29-39) Es tal el influjo y el “poder” de Jesús, que su presencia además de no poder pasar desapercibida, se nos hace imprescindible. Lo necesitamos cerca, queremos ser testigos de que es real esa persona que nos invita a otro mundo, a otra vida. Y, por su parte, para Jesús también es imprescindible el hacérsenos presente, el buscarnos

UNA AUTORIDAD EXTRAÑA Y SORPRENDENTE   (Mc 1, 21-28)

UNA AUTORIDAD EXTRAÑA Y SORPRENDENTE   (Mc 1, 21-28) La “autoridad” de Jesús es algo peculiar y sorprendente, y constituye uno de los rasgos determinantes de la originalidad y el misterio de su persona. Viene a ser un signo inequívoco de identidad divina y provoca inexcusablemente el interrogante: ¿Quién es éste? O, visto desde el ángulo de la oposición: “¿Quién se cree éste

LA LLAMADA AL SEGUIMIENTO (Mc 1, 14-20)

LA LLAMADA AL SEGUIMIENTO (Mc 1, 14-20) La llamada de Jesús no es, como tendemos a pensar, una llamada hecha a quien ya es “cristiano”, para pedirle algo especial, “algo más” (y entonces hablamos de “vocación”); sino que se dirige a todo el que acude a él expectante e inquieto por escuchar su palabra y compartir su vida, a ése que se

COMPARTIR A DIOS   (Jn 1, 35-42)

COMPARTIR A DIOS   (Jn 1, 35-42) La experiencia básica de la fe cristiana no es la de conocer, sino la de compartir. Lo que nos abre el contacto con Jesús no es un simple “saber por fin” dónde situar el misterio de Dios y así llegar a la plena manifestación de su revelación; sino una percepción profunda y vital, la más radical

UNA TEOFANÍA INSÓLITA (Mc 1, 6-11)

UNA TEOFANÍA INSÓLITA (Mc 1, 6-11) La del bautismo de Jesús es una teofanía insólita. Insólita, insospechada e inesperada. Una teofanía no es una “revelación personal”, sino una “manifestación pública de Dios” dirigida a todos los presentes expectantes, los cuales reconocen (casi siempre atemorizados) el poder divino, rindiéndose ante él. Nada de eso parece ocurrir en ese bautismo. Se nos presenta como

UN DIOS FAMILIAR  (Lc 2, 22-40)

UN DIOS FAMILIAR  (Lc 2, 22-40) El profundo misterio cristiano de la Navidad nos hace dar un vuelco a nuestras ideas y a nuestro concepto de Dios. No únicamente en términos de “distancia” (Dios se ha hecho tan cercano…); sino, sobre todo, respecto a “lo que es” ser Dios, respecto a “quién” y “cómo” es Dios; o, como dirían los metafísicos, respecto

IMPOSIBLE SIN HUMILDAD  (Lc 1, 26-38)

IMPOSIBLE SIN HUMILDAD  (Lc 1, 26-38) Existe siempre una actitud básica que define y dirige nuestra forma de relación con los demás y nuestra forma de salir al encuentro del prójimo y entrar en relación con nuestros semejantes. Podemos partir de la confianza o de la sospecha, de la espontaneidad o de la reserva, de la suspicacia o de la ingenuidad…, y

ALGUIEN SORPRENDENTE  (Jn 1, 19-28)

ALGUIEN SORPRENDENTE  (Jn 1, 19-28) Aunque la imagen que solemos tener de Juan Bautista es la del rigor y la austeridad, provocando en nosotros un reclamo de seriedad y de vida dura, su mensaje es el de la ilusión y el optimismo; en las antípodas de la tristeza y del pesimismo que tan a menudo tiñe nuestra consideración del mundo y nuestra

LLEGA ALGUIEN  (Mc 1, 1-8)

LLEGA ALGUIEN  (Mc 1, 1-8) Juan Bautista reclama un bautismo de conversión de los pecados, de renovación de la vida, de punto y aparte en lo que somos como personas, para poder ser en realidad quienes Dios quiere y nos pide que seamos. Pero sus palabras no son sólo de llamada a la conversión, de exigencia de cambio en nuestro comportamiento mirando