UN DIOS QUE HUYE (Mt 2, 13-23)
Si decir que Dios se hace hombre resulta algo insólito, añadir que su vida es tan frágil como la de cualquier recién nacido y, más aún, que debe huir ante pretendidos rivales que se ven como potenciales “enemigos”, porque su simple presencia es motivo de alarma y es sentida como amenaza por los poderosos, resulta el colmo de la paradoja y casi