Fijaos en las generaciones pretéritas:
¿quién confió en el Señor, y quedó defraudado?
¿Quién esperó en él, y quedó abandonado?
¿Quién gritó a él, y no fue escuchado?
Porque el Señor es clemente y misericordioso,
perdona el pecado y salva del peligro.
Ay del corazón cobarde, de las manos inertes,
ay del hombre que va por dos caminos;
ay del corazón que no confía,
porque no alcanzará protección;
ay de los que abandonáis la esperanza,
¿qué haréis cuando venga a tomar cuentas el Señor?
Los que temen al Señor no desobedecen sus palabras,
los que lo aman siguen sus caminos;
los que temen al Señor buscan su favor,
los que lo aman cumplen la ley;
los que temen al Señor disponen su corazón
y se humillan delante de él.
Entreguémonos en manos de Dios
y no en manos de hombre:
pues como es su grandeza
así es su misericordia.
Eclo 2, 10-18
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