INSENSIBILIDAD (Lc 15, 1-32)
Hay una voluntad de emancipación e independencia que es egoísmo puro y pura soberbia; y hay también un inmovilismo y pasividad, una “permanencia en casa” que es comodidad e instalación cobarde e interesada, tacaña, y que sólo busca evitar compromisos y buscar el provecho propio.
Llevadas al extremo, ambas actitudes conducen a la insensibilidad ante el prójimo, incluso al desprecio de los seres cercanos, y al rechazo de la convivencia fraterna, hiriendo cruelmente a quienes nos muestran delicadeza y cariño.
No es tan frecuente la maldad como la insensibilidad; o, como nos gusta decir ahora, la falta de empatía, de cordialidad y de vivir con una actitud compasiva, sintiéndonos conmovidos no sólo por las situaciones trágicas e inaccesibles, sino por la simple presencia de esas personas a nuestro alrededor, a las que veamos realmente como seres entrañables, y cuyo trato y acompañamiento sintamos necesario; y, por tanto, los cuidemos con agrado, gocemos de ellos, y sintamos como un privilegio compartir lo que somos y convivir desde la confianza y el cariño.
Porque se nos hace difícil (y, a veces, casi imposible), no ver rivales sino hermanos, y no actuar con recelo y desconfianza sino con plena acogida y disponibilidad. Nos convertimos así, sin apenas percatarnos de ello, en unas ocasiones en el hijo despiadado que se aleja del padre; y en otras, en el que se aprovecha descaradamente de él y no conoce la ternura.
Porque no se trata tanto de vernos conmovidos por situaciones de desgracia ajena, o por víctimas inocentes de catástrofes o injusticias, como de estar atentos en nuestra vida cotidiana a aquéllos que están junto a nosotros, sintiéndolos como necesarios y queridos, y sintiéndonos privilegiados y agradecidos por poder compartir vida con ellos; no sólo viéndolos a nuestro lado, sino experimentando el gozo y la alegría de la convivencia y de la comunión con ellos en Dios.
Si sabemos tener siempre esa actitud de cercanía y esa atención al otro, necesitaremos, sí, pedir perdón muchas veces, pero no romperemos nunca los lazos de la misericordia y la bondad.
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