BREVEMENTE…  (Lc 2, 22-40)

BREVEMENTE…  (Lc 2, 22-40)

Celebrar la Fiesta de la Presentación del Señor cuando ya se ha concluido el Ciclo de Navidad y hemos actualizado su Bautismo y el comienzo de su “vida pública” con su anuncio del Evangelio, no deja de ser una incongruencia.

Pero hay algo importante que la Iglesia nos invita a rescatar de ese relato entrañable, y por eso lo hacemos presente hoy: porque en él se trata del encuentro de Dios encarnado con aquéllos que pueden considerarse el “resto fiel” de Israel, los que han sabido acoger la revelación de Dios no como un ritual o la simple suscripción de una fe para “dejarse llevar” por la rutina de un mecanismo de culto y un Credo heredado, sino como lo que Dios quería ofrecer con ella: una actitud expectante e ilusionada para percibir y acoger una promesa que no deja de cumplirse, y que es el eje y el horizonte de nuestra vida.

Jamás Dios decepciona a aquella persona cuya vida está de tal manera pendiente de él (anclada en él como única razón o fundamento, y orientada hacia él como pregustando el final de la aventura de la vida), que sabe reconocer su presencia y percibir cómo solamente tiene sentido “cumplir con lo sagrado”, si uno lo que busca es ese encuentro provocado por él y que, en consecuencia, diviniza nuestra persona humana al contemplar y acunar al Dios humanizado.

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