SERENAMENTE (Lc 3, 1-6)

SERENAMENTE  (Lc 3, 1-6)

La invitación del Bautista es apremiante y tiene un viso de urgencia. Una urgencia que no es angustia, ni tampoco reclama actuar precipitadamente o de modo apresurado, sino que es conciencia de la oportunidad que Dios nos ofrece. Invita a la paciencia, a saber esperar.

Porque para acoger a Dios, que llega, para poder apreciar en toda su verdad y profundidad el misterio, hay que estar preparado, hay que permanecer alerta, hay que despejar el camino de obstáculos y enderezar lo torcido; pero sin precipitación, sin ese hiperactivismo que aturde, o esa prisa que confunde y colapsa todo; con serenidad, con esa actitud paciente basada en la confianza.

Es imperativo marcar un cambio, señalar un momento en la historia, la personal y la de la humanidad, en que ya no valen pretextos ni excusas, en el que al irrumpir la fuerza de Dios, es un pecado mostrarse indiferente, no atender su reclamo o actuar negligentemente ante su llamada.

Y al aceptarla y hacerla nuestra, es preciso igualmente actuar con prudencia, sabiendo apreciar dónde y cómo hay que preparar ese camino que conduce a Dios. Porque no se trata de una tarea destructiva sino constructiva, no de eliminar sino de hacer crecer; y eso solamente se logra con delicadeza y sin agobios.

Aunque no siempre lo veamos así, la llamada-anuncio de Jesús es una convocatoria, uno de cuyos distintivos ineludibles es la paciencia, a la vez que una actividad serena y exigente que nos conduce a vivir en actitud rebosante de humildad y entrega, de amor auténtico y desinteresado, con esa disponibilidad de quien no tiene nunca prisa, porque su vida la sabe ya salvado por Jesús; y desde que hemos dejado que él la haga suya, no tiene otra inquietud que la de buscar al prójimo, acompañar al hermano, gozar del servicio. Cada día de nuestra vida es una invitación a descubrir cómo nos acompaña y nos lleva de la mano, y una petición por su parte de que nos dejemos dirigir por él sin temer nada.

Sepámonos llamados a estar alerta precisamente para descubrir lo signos de su bondad y apreciar las dimensiones infinitas de su misericordia y su perdón, que nos hacen capaces de renovar cada mañana la aventura de nuestra vida sabiéndonos queridos y en paz con él, y responsables de transmitir su mansedumbre y su ternura.

El propio anuncio del Bautista nos anticipa que vale la pena, que justamente lo que colma nuestros anhelos está llegando, que lo recibamos y esperemos con confianza y paciencia. Hagámoslo así: con auténtico rigor y compromiso, y serenamente…

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