¿PREGUNTAR LO SABIDO? (Mc 12, 28-34)

¿PREGUNTAR LO SABIDO? (Mc 12, 28-34)

Cuando preguntamos algo, con la pregunta podemos apreciar varios aspectos implicados: nuestra conciencia de ignorarlo y, además, nuestra confianza en aquella persona a la que preguntamos, a la cual le reconocemos autoridad y ciencia para responder y darnos luz.

Esa es la pregunta que hacemos con buena voluntad y con la sincera intención de enriquecer nuestra vida y nuestra experiencia al desvelar con su respuesta adecuada algo que permanecía oculto para nosotros y nos generaba inquietud. Crecemos así como personas y se nos abren perspectivas cuya consecuencia es un mayor gozo de vivir, una más profunda afirmación de nuestra identidad, y un refuerzo de nuestro proyecto personal de vida.

Pero otras veces nuestro preguntar es por algo ya sabido y que queremos corroborar o, simplemente, sentirnos afianzados en ello, comprobando que la persona de confianza y ciencia a la que preguntamos comparte eso que nosotros tenemos como respuesta al interrogante. Con ello nos sentimos fortalecidos y animados, y nos alegra profundamente comprobar que ni estamos solos ni vamos desorientados en la vida. En el fondo de tales preguntas late, precisamente, la inquietud por la verdad y el sentido de nuestra vida, que creemos atisbar, pero ante el que dudamos, porque no nos parece tan evidente ni compartido por muchos de nuestros semejantes.

Si es con esa sinceridad y humildad con las que preguntamos a Dios por el sentido de nuestra vida y por cómo podemos satisfacer nuestro anhelo de plenitud, descubriremos, (tal como le ocurre al escriba del evangelio cuando pregunta a Jesús), que su respuesta coincide con nuestra “intuición” de que este mundo sólo puede descubrir su sentido y acceder a la felicidad si reconocemos nuestra finitud y aceptamos a Dios como amor y entrega. Y si, tras ello, asumimos nuestra oportunidad personal de sumarnos a ese amor incondicional suyo, convirtiéndonos en portavoces y testigos de él; es decir, si tenemos la voluntad, la decisión y el coraje de hacerlo nuestro libremente…

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