X-JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
Arrancarle el último vestigio
que le hace sentirse humano…
Despojarlo de sus vestiduras,
de su única identificación como persona,
de la dignidad ya pisoteada hasta el extremo.
Expuesto a la vergüenza y al oprobio,
a la intemperie…
Ni compasión ni piedad
con el que sólo sabía vivir desde el amor,
desde la acogida entrañable y la delicadeza,
desde la mansedumbre…
Y por eso despreciado,
ignominiosamente castigado,
apurando la crueldad y la ofensa hasta el extremo…
Mostrar así Jesús,
con toda evidencia,
la intimidad de Dios…
no hay reducto de su persona
que no nos sea revelado,
nada escondido, nada oculto…
Exposición definitiva del misterio:
la crudeza del misterio de Dios,
el del exceso de amor
en toda su desnudez…
La claudicación definitiva del justo,
el abandono final ya sin lamentos:
el hombre,
el hombre-Dios,
deshumanizado…
XI-JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
¡Por fin sentado en el trono!
Por una vez aclamado como Rey…
La burla y la ignominia del poder
que se le confiere a un crucificado…
Todo el odio posible a la bondad.
Todo el mal acumulado por el hombre y por su historia concentrado en esos clavos
que traspasan la carne del Cordero…
Todo el desgarro del hierro punzante que te horada,
todo el horror de un cuerpo atravesado,
toda la angustia de verse triturado
por el dolor y el desprecio,
por la crueldad de un tratamiento inhumano.
hecho carne sufriente,
tortura para fijar a la cruz
un cuerpo ya vencido y roto.
Un clavo, y otro, y otro… que resumen
la culpa del mundo y del pecado…
la mentira de querer,
como Pilato,
lavarse hipócrita y vergonzosamente las manos…
Que no pueda huir de la cruz,
que quede incrustado en el leño,
que apague su vida en él,
que muera en la maldición y en la ignominia:
crucificado…
XII-JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Absorbido al fin por las tinieblas…
Sumergido en la oscuridad y en el silencio…
Eliminado de la tierra de los vivos…
Descendido hasta el fondo del infierno…
La degradación divina en lo humano
y la aniquilación humana por el hombre…
El silencio de Dios
y el respeto de lo alto a su criatura.
La palabra desesperada del hombre
y su obediencia callada en el suplicio…
¿Muere el Mesías?…
¿Morir el Hijo?…
Muere Jesús, no muere Dios…
Pero en Jesús muere también Dios,
crucificado,
en su ser humano encarnado…
Absorbe Dios la muerte humana
en su propia íntima vida divina,
y sólo así, al sufrirla en carne propia,
suya,
llega el Hijo al final,
llega Dios a ser Dios…
Y sólo así,
al aceptarlo,
llega el hombre a ser hombre:
a completar la trayectoria de su vida,
para dejarla reposar en el misterio…
Se cumple el ciclo
que yendo del Creador a lo creado,
devuelve la criatura a su regazo…
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