DE NOCHE Y A ESCONDIDAS (Jn 3, 14-21)
Nicodemo acude de noche a preguntar a Jesús, sin duda por timidez y por vergüenza: ¡Todo un maestro de la Ley acudiendo a ser instruido por ése a quien su gremio, el de los letrados, doctores y sacerdotes, menosprecia, porque no ha acudido a sus escuelas y no se ha doctorado como ellos!: ¿Dónde están los títulos y estudios que lo acreditan?
Sin embargo, a pesar de su timidez y su vergüenza, porque todavía está preso de esa red social que nos envuelve y nos hace esclavos de prejuicios y desprecios, de expectativas y aspiraciones, de afán de ser considerados y ensalzados, y, con ello, nos impulsa a evitar a las personas excluidas, a quienes pueden “desprestigiarnos”; mientras buscamos ávidamente que nos vean con los personajes destacados e influyentes, salir en la foto rodeando a quienes salen en los medios, saludar en persona a quienes ostentan cargos y ejercen el poder, presumir de haber chocado la mano haciéndonos notar de quienes consideramos en un círculo importante e incluso “sagrado”,…; a pesar de toda nuestra bajeza nunca reconocida y de la que no queremos privarnos, Nicodemo tiene la sinceridad de reconocer que el interrogante sembrado por Jesús en él no puede ignorarlo ni acallarlo.
Ese interrogante se ha clavado como una flecha aguda en lo más íntimo de su persona y le abre un horizonte nuevo que parece cuestionar lo hasta entonces vivido y creído, emplazándole a algo imprevisto, algo sorprendente con lo que no contaba; por eso, aunque sea de noche, y de modo reservado y oculto por miedo a sus colegas, después de haberlo “oído”, necesita encontrarse con Jesús.
Es un paso decisivo. La inquietud que provoca el paso de Jesús por la vida de alguien, pretende impulsar el encuentro con él. No es llamada al adoctrinamiento, sino a la relación personal. No a la insistencia en legalismos y rigores, sino al descubrimiento de la hondura de Dios, de ese “tanto amó Dios al mundo…” que nos convoca a nosotros mismos a esa profundidad. Y nos convoca abiertamente y con toda claridad, provocadoramente; aunque nosotros no soportemos en principio tanta luz y sólo de noche nos atrevamos a acercar nuestros pasos hacia él…
Tal vez la conclusión más importante (o al menos una de ellas…) que debamos extraer del episodio de Nicodemo acudiendo “de incógnito” a Jesús, sea que hay una llamada de Jesús que ha de resolverse, sea como sea, por parte de cada uno de nosotros; porque requiere respuesta, ya que su llamada siempre hemos de asumirla, personalizarla. Y ,además, que él está siempre a la espera para quien acude con sinceridad e inquietud profunda por vivir su vida desde Dios, sea de día o de noche, sea abiertamente o a escondidas. Siempre lo vamos a encontrar disponible. Porque lo que sí es imprescindible es que nosotros mismos, libremente, la hagamos nuestra tras acercarnos a él, confesándole nuestra necesidad imperiosa de percibir su llamada como encuentro, y de proyectar toda nuestra vida desde él.
Entonces, el mismo Jesús nos dará fortaleza para transformar nuestra timidez en confianza y en audacia. Y a pesar de haber acudido a él de noche y a escondidas, nos confesaremos discípulos, y caminaremos a su luz… Fue Nicodemo, quien con José de Arimatea, llevó a la sepultura a Jesús y ungió su cadáver…
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