SALIR A BUSCAR  (Mt 20, 1-16)

SALIR A BUSCAR  (Mt 20, 1-16)

Cuando escuchamos la parábola del propietario de la viña contratando sucesivamente trabajadores, y pagándoles a todos el jornal completo, independientemente del tiempo trabajado; tras vencer la primera reacción de perplejidad por la evidente inconveniencia y la aparente injusticia, nos es forzoso confesar que, efectivamente, no hay ninguna injusticia en su comportamiento, sino más bien generosidad.

Pero entonces nos surgen todo tipo de interrogantes: ¿por qué no es igualmente generoso con todos y así se conserva el espíritu de equidad?; ¿por qué no muestra su generosidad de otra manera, pagando proporcionalmente a cada uno y luego diciendo que concede una propina a los que han tenido menos, y así nadie puede ofenderse?; ¿por qué no pregunta por las necesidades de cada uno para no ser imprudente en su propina?; ¿por qué no se informa antes para saber si los últimos son verdaderamente unos “desdichados” sin empleo o unos holgazanes que han desperdiciado el día y no merecen consideración?…

La clave, y el interrogante decisivo lo constituye el que ordene pagar comenzando por los últimos, para que sean testigos de ello los primeros… Hay un evidente componente de manifiesta provocación buscado por Jesús con la parábola. El tema no es sólo la generosidad o la bondad…Es preciso profundizar más…

La voluntad expresa es que todos contemplen la forma de actuar (es decir: de vivir y considerar la vida…) de ese “señor”… No se trata sólo de “ser bueno”, sino que en la parábola ejerce esa bondad de la forma más provocadora e “impertinente” que pueda imaginarse. Porque, efectivamente, la generosidad y la bondad nunca son exigibles, sino gratuitas; pero ¿por qué hacer de ellas instrumento de escándalo y de descontento? Porque la auténtica provocación de Jesús en la parábola es el hecho de comenzar por los últimos, para hacer a los primeros forzosos testigos de la largueza del propietario, que es justamente lo que les hace generar expectativas de beneficio también para ellos. Y él lo sabe. Lo sabe y lo busca…

¿Acaso no tienen que estar profundamente agradecidos por haber encontrado desde el principio perspectiva de trabajo y de salario, lo que les ha dado la alegría y la tranquilidad de saber que en su hogar seguirá pudiendo haber vida y futuro? ¿Hubieran preferido el desasosiego y la zozobra de un día angustiados, tal vez desesperados, pensando que sus hijos no comerán hoy, porque nadie los ha contratado a mediodía, o por la tarde, lamentando así su vida?…

La parábola habla del Reino de Dios, y querría referirme a lo que casi nunca pensamos cuando la analizamos: a la actitud del propietario antes de disponer el pago del jornal a los trabajadores. Tal vez ahí está la clave de ella, la razón profunda de su sorprendente comportamiento al final del día, después de que todos hayan completado su jornada.

Su actitud se mueve más allá de la simple administración de su propiedad, y en ella se muestra desde el principio sus entrañas de misericordia y de bondad. El pago generoso (por otro lado sin excesos, no parece que Jesús quiera recalcar aquí la sobreabundancia de la generosidad divina), no es sino la culminación de algo que anima su vida y anida en su corazón: buscar al otro para regalarle vida. El propietario, como el buen pastor, sale una y otra vez, constantemente, a buscar al perdido, al encuentro del desamparado, del desanimado, el excluido, el angustiado porque sólo ve un futuro nefasto para él…

Por eso es provocador y desafiante (el “estilo de vida” de Jesús), porque busca hacer visible la necesidad de vivir desde el agradecimiento y la generosidad, sin recelos ni envidias, alegrándose y comprometiéndose a fomentar y estimular un mundo fraterno en que no veamos en los demás sino hermanos, a los que nos llena de gozo poder ver felices y poder dedicar nosotros nuestro servicio y nuestro esfuerzo para que lo sean, descubriendo con ellos la alegría del compartir y el convivir. Agradecidos con ellos y por ellos…

La aparente exhibición de su bondad no busca aplauso (de hecho, ya prevé que sólo le va a acarrear malentendidos, murmuraciones y protestas, hostilidad en lugar de simpatía…), sino hacer bien visible la necesidad de todos de vivir desde el agradecimiento y convocados a la ilusión de hacer prójimo de cualquiera, alegrándonos y contribuyendo a su vida. Todos son personas necesitadas de algo: trabajo y salario para vivir; y hay alguien que subviene a su necesidad… y ese alguien, que es quien nos ha buscado a todos, quiere que con ello accedamos a esa forma suya de vivir y dar vida… Sin embargo, nosotros preferimos casi siempre murmurar…

A Dios no le basta con “ser bueno”, necesita que sepamos cómo se accede a la felicidad de serlo, a la salvación, a su Reino, porque quiere vernos gozando de él…

Un comentario

  1. María del Monte MJ 23 septiembre, 2023 en 19:58 - Responder

    Muy buena explicación de la parábola, siempre buscando algo más profundo de lo que parece a simple vista…

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