VIERNES SANTO
Tras habernos sentado a su mesa,
sabiéndonos llamados por Él,
deseados y queridos como hermanos
para perpetuar no su memoria
sino su presencia,
acompañar a Jesús en su agonía
y comenzar a mostrarnos
indignos herederos
de ese legado de amor y de perdón,
de mansedumbre de cordero…
Tras habernos dejado al fin lavar los pies,
venciendo nuestra actitud presuntuosa,
y sintiendo la delicadeza y la ternura
de un Maestro acariciando a sus discípulos,
seguir las huellas de sus pies desnudos
soportando el polvo del camino
con una cruz a cuestas
hasta el lugar del sacrificio…
Y morir con él a lo terreno,
a lo caduco y pasajero,
sin temer la cruz y el sufrimiento,
la renuncia a sí mismo
para que viva el otro…
Lamentando con grito desgarrado
el aparente abandono Paterno,
pero asumiendo el enigma
del hombre y del pecado,
para hacer de la muerte,
y muerte en cruz,
semilla y garantía de otro Reino,
de vida eterna,
del alborear de lo infinito…
¿Serás capaz de acompañarlo?…
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