MIRANDO A JESÚS TRANSFIGURADO
Admirarse, asombrado y mudo, ante el misterio
del descenso de Dios a nuestro mundo,
de estar nuestra inmanencia grávida
del infinito y de su trascendencia.
Tal vez mirar a Cristo sólo sea
la diferencia entre saberlo y no saberlo;
o tal vez, si así lo intuyes,
la diferencia entre quererlo o rechazarlo…
Pero esa mirada aturdida
al Jesús transfigurado,
te colma de dicha y de sentido;
te hace rebosar de gratitud y gozo;
te llena de esperanza,
te anima al seguimiento,
te hace inconformista
y audaz en la renuncia y el servicio.
Te sumerge en Él,
porque te dejas inundar
por el Espíritu Santo y su misterio;
te da la vida en plenitud como un regalo,
y te encara a consumarla eternamente
dejándote arrebatar sin resistencia,
así transfigurado,
por el huracán del Infinito incontrolado…
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