SIN ALTERNATIVA -A propósito de Herodes-

SIN ALTERNATIVA -A propósito de Herodes-

No hay alternativa posible: hay que matar al Dios cristiano… El mero “creer en Dios” no molesta a nadie, no plantea problemas, no amenaza nada. Pero creer en el Dios cristiano, el Dios de Jesús, el Dios que es Jesús, creer en Jesús, en el Hijo encarnado, al margen de parecer un absurdo o necedad, lo altera absolutamente todo, lo amenaza todo, subvierte forzosamente la sociedad y todo orden establecido… Ante él no hay opción: hay que matarlo…

Herodes se da la mano con Nietzsche, porque ambos son bien conscientes de la alternativa, del dilema ante los extremos aparentemente irreconciliables, de co-existencia imposible:  o Dios, o el hombre… El hombre cristiano no es hombre, y el Dios cristiano no es dios…

Pero ahí surge la imprecisión, el craso error, la cobardía de cierto poder temporal y la pereza de cierto poder mental: ¿de qué Dios y de qué hombre hablas?… Ni Herodes ni Nietzsche tienen nada contra la simple y débil creencia de la chusma en Dios; en todo caso, compasión, lástima o desprecio; e incluso les resulta ventajosa… pero esa creencia les deja indiferentes, es muestra de ignorancia e inferioridad… Pero sí que tienen todo en contra de Jesús y el Dios cristiano, intuyen el misterio que se les escapa de las manos, y se convierten en incapaces para afrontarlo: lo han de destruir…

Alegrarse del nacimiento del Mesías, de Jesús, es una temeridad, porque implica un reconocimiento libre y voluntario de quién es Dios y de cómo Dios es Dios, reconociendo la propia indigencia y el misterio; implica una voluntad pública y comprometida hasta el martirio; una asunción de la insignificancia material, del anonimato y la forzosa minoría y “falta de eco” de tal anuncio, y de tan absurda y extraña pretensión; y supone una alegría vital sincera y desbordante, que resultará siempre molesta e incluso odiosa, y que será necesariamente torpedeada, socavada, ridiculizada, persistente e insistentemente boicoteada y rechazada…

Curiosamente, podríamos decir que en el relato evangélico del nacimiento de Jesús, más allá de lo histórico, quien mejor comprende el significado de que Dios se encarne es Herodes; por eso no puede soportarlo: las implicaciones, desde su punto de vista, son devastadoras… Tampoco Nietzsche lo podía soportar: desautorizaba y negaba a su pretendido superhombre

Pero como el misterio inaceptable de Dios no lleva sino al extremo el asombro, el enigma y la paradoja; el propio Dios encarnado huye de Herodes y no se le enfrenta; y calla ante Nietzsche, y no le discute ni argumenta… ¿Cómo? ¿Qué clase de dios puede ser uno que huye ante el hombre y calla ante el fiscal?

Pues ése: Jesús nacido y crecido en la Sagrada Familia, en el calor del hogar humano, en el misterio de lo humano, de las personas (Herodes y Nietzsche incluidos), capaces, a pesar de tantos miedos injustificados, de crueldades y condenas interesadas, de amar, de sonreír y compartir, de gozar de la verdadera comunión y de jamás renunciar a la esperanza…

El dios que huye inexplicablemente de quien pretende matarlo, física o intelectualmente, es quien resulta victorioso, precisamente por “cobarde”, por “manso y débil”, por incomprensible y contradictorio… y la victoria del dios débil, del dios de los débiles, es completa, inapelable y definitiva… A pesar de Herodes y a pesar de Nietzsche…

Un comentario

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