PLEGARIA EUCARÍSTICA
-DIFUNTOS-
Levantemos ahora el corazón
y demos gracias a nuestro Dios,
porque es justo y necesario agradecer sus dones
y celebrar su presencia.
Porque nos sabemos parte
de una multitud de seres creados,
tejidos de una materia débil e impotente,
pero llamados a una realidad que nos trasciende.
Por eso cantamos con júbilo:
SANTO, SANTO, SANTO…
Sólo Tú eres Santo, Señor,
y nos haces santos a nosotros,
convocándonos a la aventura de la vida;
de esa vida que ansiamos
y permanece en el misterio
mientras poblamos esta tierra,
y que se hunde
en el abismo incomprensible de la muerte.
Tú mismo en tu grandeza
compartiste la fragilidad de nuestro mundo,
porque creemos que te encarnaste en Jesucristo
y gozaste la debilidad de nuestro cuerpo,
ese barro quebradizo,
que se nos deshace entre las manos.
Pero la fuerza de tu espíritu,
ese Espíritu Santo, que rebosó en Jesús,
anima también hoy nuestro camino;
por eso, desciende también ahora, Oh Dios,
entre nosotros,
haciendo que este pan y que este vino
sean como entonces presencia y fuego nuevo.
Hoy nosotros repetimos sus palabras,
su herencia la víspera de hundirse en lo profundo,
cuando, cenando con ellos
tomando el pan, dijo a sus amigos:
TOMAD Y COMED…
Y después tomó también el cáliz,
lleno de vino,
y tras bendecirte de nuevo dijo:
TOMAD Y BEBED…
Sí, en memoria tuya,
que nos has abierto las puertas
del enigma de la muerte y
de la luz del nuevo mundo,
de la resurrección y el infinito.
También nosotros queremos hundirnos en la vida:
la tuya, la inesperada y presentida,
la feliz y definitiva,
la que ya gozan tantos de los nuestros.
Te pedimos humildemente
que el Espíritu Santo nos congregue
en la unidad y el calor de esta familia
a la que invitas y proteges en este altar,
y a la que sigues convocando
en el amor y la alegría.
Nos sentimos unidos a toda la humanidad
en lo bueno y lo profundo de su historia:
a la generosidad y al perdón,
a la misericordia y la alegría;
a todo aquello
que tantos testigos de tu amor nos han legado,
y cuya semilla se hizo fruto en nuestros padres.
Gracias, Señor, por ese inmenso regalo,
y por todo lo que haces florecer en nuestra vida.
Sabemos que ésa es tu salvación,
la plenitud abierta contigo,
desde María y José,
hecha Iglesia con todos tus testigos
y abierta al horizonte infinito de tu Reino.
Por eso, Señor,
POR CRISTO, CON ÉL Y EN ÉL…
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