PLEGARIA EUCARÍSTICA -Quinto Domingo de Cuaresma-
Te damos gracias, Padre, por tu Hijo,
que nos hace accesible su misericordia y tu perdón,
e infunde ánimo y alegría en nuestras vidas,
cuando sabemos reconocer nuestros errores
y acudimos a ti humildes y arrepentidos.
Tú nos muestras así
la riqueza de ese amor trinitario
que envuelve tu misterio,
y que nos lleva a admirarnos y a proclamarte santo,
dedicándote nuestra oración y nuestro canto:
SANTO, SANTO, SANTO…
Desde ese amor intradivino,
que tu Espíritu santifique, Señor, estas ofrendas,
para que sean presencia viva de tu Hijo,
el cual en el colmo del amor y la bondad,
puso su vida en nuestras manos,
para culminar su entrega hasta la muerte.
Y en su última noche,
llegando al extremo,
bendijo el pan del compartir diciendo: TOMAD Y COMED…
Y luego consagró el vino insistiendo: TOMAD Y BEBED…
Cristo se entregó por nosotros: Por tu cruz y resurrección nos has salvado, Señor.
Nuestra salvación, Señor,
conseguida por tu cruz,
y regalada con tu resurrección,
ha sido mostrarnos el poder infinito de tu amor,
que configura el misterio de tu divinidad,
en eterna comunión con el Padre y el Espíritu Santo.
Nuestra esperanza reside en ese amor,
al que nos convocas también a nosotros,
iluminando nuestros caminos,
e impulsándonos a la confianza en tu perdón.
Tú, Padre misericordioso,
nos llamas a tu lado y sales a recibirnos
cuando, reconociendo nuestro error,
regresamos a tu casa, que es la nuestra.
Tú, hecho Cristo, el Hijo,
ejerces sin cansancio la ternura,
cuidando nuestros pasos,
curando nuestra heridas,
y llevándonos en tus propios hombros tras habernos extraviado.
Tú, Espíritu Santo consolador,
fortaleces nuestros pasos vacilantes,
infundes tu fuego y tu calor
fundiendo nuestra frialdad
e iluminando nuestras penumbras,
y haciéndonos testigos felices del misterio divino.
Que esa fuerza tuya nos penetre, ¡Oh Dios!,
y nos haga formar una familia:
esa familia convocada por Jesús,
hermano nuestro,
para ser en este mundo
el sacramento de tu bondad y tu perdón.
Que todos nosotros,
desde el Papa y nuestros obispos,
hasta el más humilde e ignorado de tus fieles
en la más pequeña y anónima de tus iglesias,
gocen de tu misericordia y de tu luz
y sean transmisores de ella.
Que sintiéndonos unidos a todos tus hijos,
desde María, José y los apóstoles,
hasta todos los que a nuestro lado
son signos de tu amor,
ejerzamos la indulgencia y la dulzura recibida
y experimentada contigo.
Junto a nuestros difuntos,
y a tantos que han sabido hacer de su existencia
ocasión de alegría y de esperanza para los demás,
reúnenos en tu Reino para siempre,
reconciliados definitivamente contigo
en el gozo de tu amor y tu bondad.
POR CRISTO, CON ÉL Y EN ÉL,
A TI, DIOS PADRE OMNIPOTENTE,
EN LA UNIDAD DEL ESPÍRITU SANTO,
TODO HONOR Y TODA GLORIA,
POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS.
AMÉN
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