PLEGARIA EUCARÍSTICA –Epifanía–
Con toda justicia te damos gracias, Padre,
porque lo has creado todo:
el universo y las estrellas,
la tierra y sus habitantes.
Y porque tú eres la luz verdadera
que alumbra nuestra vida
y orienta nuestro camino
para que lleguemos a ti,
como aquellos Magos,
que se pusieron en camino
superando todas las dificultades
para llegar hasta un recién nacido
en quien supieron ver la presencia del misterio,
y ante el que no dudaron en inclinarse humildemente,
sabiéndolo el Mesías.
Tras la estrella que siguieron
intuían tu mano poderosa
y tu Providencia siempre alerta
para que nos sepamos acompañados y queridos.
Por eso, como ellos,
felices y contentos,
no callamos la alegría navideña,
y uniéndonos a las legiones del cielo
y a los humildes de la tierra,
te alabamos cantando: SANTO, SANTO, SANTO…
En lo más profundo de todos los seres te hallas Tú, Señor,
infundiendo tu Espíritu a lo creado
para que sea manifestación de tu poder
y expresión de tu bondad.
Te mostraste por medio de él a todo un pueblo,
lo infundiste a los profetas y elegidos,
y colmaste con él a Jesús
tras derramarlo generoso
en aquella familia de María y de José
sencillos vecinos, como nosotros, de un pequeño pueblo.
Por eso te pedimos
que él descienda también sobre esta ofrenda,
ya que fue el mismo Jesús
quien en su Última Cena con los suyos,
tomó el pan y lo partió diciendo: TOMAD Y COMED…
Y después tomó el cáliz diciendo: TOMAD Y BEBED…
Este misterio de nuestra fe,
es el de la luz que ilumina al mundo entero
dirigiendo los pasos
y reconduciéndonos al gozo y la alegría
cada vez que inevitablemente nos extraviamos
queriendo buscar a Dios en los palacios,
como aquellos Magos;
o dudando
ante la sencillez del amor y la bondad.
Por eso te pedimos, ¡Oh Dios!,
que tu Espíritu Santo no siga reuniendo e iluminando
como un pueblo fiel,
como una familia entrañable
y dichosa de haber podido,
por tu inmenso amor hacia nosotros,
identificar tu luz y seguir tu estrella.
Pastores y Magos te buscaron y encontraron.
Se pusieron en marcha sin pereza y confiados,
necesitaban ver aquel prodigio
de Dios empezando a ser humano…
También nosotros, cristianos,
asombrados ante la magnitud
del prodigio y del misterio,
presididos por nuestros pastores,
a quienes ponemos,
como nos ponemos todos,
en tus manos,
te pedimos tu fuerza
para reconocer siempre tu presencia,
para saber identificar tu aliento inconfundible,
para sentir tus caricias;
y, sobre todo,
para no dudar en entregarnos a los demás
como auténticos hermanos.
Recordando a todos aquellos
cuya vida terrena fue regalo para nosotros,
y que confiamos gozan ya de tu presencia,
y proclamando la epifanía del misterio,
te invocamos diciendo:
POR CRISTO, CON EL Y EN EL…
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