UN BREVE APUNTE HISTÓRICO-TEOLÓGICO EN APOYO AL PAPA FRANCISCO

UN BREVE APUNTE HISTÓRICO-TEOLÓGICO EN APOYO AL PAPA FRANCISCO

El colapso de la teología neoescolástica y el de su pretendida justificación y mantenimiento de una mentalidad y modos feudales en la institución eclesiástica, fracasados estrepitosamente en el Concilio Vaticano I a pesar de su torpe declaración sobre la infalibilidad papal, hizo imprescindible (después de un siglo de despropósitos y de renovar una vergonzosa actitud inquisitorial y casi hundir la verdadera teología) el Concilio Vaticano II ante las innegables consecuencias de traición al evangelio, si la Iglesia se mantenía anclada en la divinizada y equívoca “Tradición” esgrimida falsamente como bastión inamovible y declaración infalible y eterna, pretendiendo con ello arrogar a las siempre efímeras y limitadas “mediaciones humanas” los propios atributos divinos…

Es preciso decir que el peligro de convertir la tradición en traición persiste, aunque sea de un modo más prosaico, agazapado y enmascarado en el tinte cultural e histórico con que se pretende hacer valioso como “patrimonio de la humanidad” lo que, sin negarlo, es hoy mero folclore, estética, protocolo litúrgico, o simple aprecio y valor histórico-cultural.

El alarde de la equívoca “religiosidad popular” que se hace con brío oficialmente al socaire de ese legado hecho superstición o puro folclore; el neoconservadurismo de sectores influyentes a diversos niveles (sin excluir el económico…); la casi micológica floración de movimientos sectarios y “dogmáticos”, aunque lo disimulen y lo nieguen (como toda secta que se precie…); la interiorización y privatización de la actitud creyente, fijándola a antiguos ejercicios piadosos autoerogatorios; la machacona insistencia de muchos prelados y sus fieles papagayos en la visión más estrecha y discutible de verdades y dogmas, y en la promoción y exaltación de masivos “encuentros”, peregrinaciones, “años santos” pertrechados de indulgencias, convocatorias populistas y folcloradas con tinte de devoción solemne; y un cúmulo de despropósitos retroalimentadores de visiones y comportamientos inapropiados a la realidad y al mundo actual, e incoherentes con el quicio del evangelio que proclamaba Jesús; todo ello, permite concluir algo que siguen negando tozudamente los acartonados espantapájaros y marionetas erigidos en celosos reivindicadores de un mundo ya caduco, y de una fe y religiosidad anclada en visiones superadas y discursos incoherentes, por muy oficiales e incluso infalibles que se pretendan… en lugar de lamentarlo, hemos de celebrar que “el carbonero” ya no existe…

Y no se trata de ingenuidad, ni derrotismo, ni afán destructivo o radicalidad crítica… La inteligencia clarividente del teólogo Joseph Ratzinger, no ya como “Defensor de la fe” sino como Papa Benedicto XVI, lo vio con nitidez… Por ello percibió el colapso, y con ello la imposibilidad de mantener con coherencia evangélica  y rigor un discurso teológico ya inexpresivo y una conducta incomprensible en una humanidad y una sociedad profundamente distante de la de tan sólo unos decenios antes, y tuvo la grandeza y el que me atrevo a calificar de “gesto teológico decisivo” de dimitir con honradez reconociendo así la incapacidad de mantener una cosmovisión y un discurso cuyos planteamientos y argumentación no pueden ya ser germen de nada.

En esa misma línea de sensatez y clarividencia recuperadas, de coherencia evangélica y fidelidad a Jesucristo antes que a las instituciones eclesiásticas, a las Summae theologiae y a los cánones conciliares y sus anatemas; y con una actitud arriesgada de honradez personal y teológica, nuestro actual Papa Francisco mantiene contra viento y marea de quintacolumnistas purpurados defensores de cruzadas, y frente a derrotistas, nostálgicos, timoratos y pusilánimes, miopes de cara a la realidad y al mundo, buscadores de engañosas seguridades, de oraciones interesadas y créditos celestiales, un pulso certero y valiente abogando no por la bendición de “lo de siempre” ni por la movilización de los ya movilizados, sino por una verdadera recuperación y rescate de la atrevida y siempre provocadora propuesta del evangelio, escandalizadora para los tenidos por fieles, devotos y justos, e irritante para muchas pastores aborregados sólo dispuestos a seguir rumiando; pero convocadora de todo lo bueno, digno, noble y fraterno que anida en el corazón humano haciendo que todo gesto de amor, de perdón, de delicadeza y de ternura, de respeto y alegría en el servicio, pueda ser considerado –según el propio Jesús- como auténtico sacramento divino: es decir, llamada al misterio y horizonte de esperanza y de plenitud de vida.

Confío en que la inercia mezquina, pazguata y retrógrada que todavía mueve a esa institución eclesial de cuya historia y vida me hago partícipe, tan poco acorde a la comprometedora llamada al seguimiento de Jesús, y regida en su “oficialidad” por tantas ambiciones personales, amiguismo y opacidad, endogamia, afán de protagonismo, desconfianza y recelos, autosuficiencia y voluntad de control, clericalismo y dirigismo,… pueda algún día ser frenada por completo, siendo suplida por el motor incombustible de un discipulado convertido en comunión fraterna, potenciador de libertad y de alegría, enriquecedor de toda persona, acogedor sin condiciones, humilde y sin pretensiones, disponible y servicial desinteresadamente; y que deje  de hacer sordina a las llamadas de un Papa que, reconociendo sus limitaciones personales y errores, no consiente en que deje de oírse a Cristo por encima de las palabras y “doctrinas seguras” de sus sesudos seguidores; y ello incluso al precio y riesgo de perder dominio, poder e influencia; un Papa que habla “con demasiada claridad e ingenuidad” (hasta el punto de acusarle de imprudencia e irresponsabilidad sus críticos feroces, que no pudiendo argüir contra la verdad, se limitan a lamentar que se reconozca, refiriéndose hipócritamente a “lo conveniente” y “lo correcto”, con lo cual testimonian su voluntad de domesticar y prostituir el único evangelio) de lo único que debería ser el discurso cristiano: “Christus vivit”, “Evangelium gaudii”, “Lumen fidei”, “Amoris laetitia”, “Gaudete et exultate”, “Laudate si”, “Fratelli tutti”… ¿O no son éstas las “banderas” del evangelio?…

Por |2021-10-05T22:25:15+01:00octubre 5th, 2021|Artículos, General, Reflexión actualidad|Sin comentarios

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