DAR GRACIAS Y VIVIR EN EL ASOMBRO

DAR GRACIAS Y VIVIR EN EL ASOMBRO

Una de las personas a las que más quiero, y de la que no puedo prescindir para vivir el gozo del misterio de Dios en la comunión con Él y con los hermanos, me regaló hace unos días esta frase: “No dejo de dar gracias y vivir en el asombro”.  No es la primera vez que su sensibilidad exquisita y exigente es capaz de expresar en unas breves, densas y hermosísimas palabras, lo que a mí me cuesta páginas enteras y farragosas explicaciones y desarrollos conceptuales, y puede que desmedidos e innecesarios esfuerzos en busca de la claridad y coherencia de mi débil fe. La sencillez y contundencia de su afirmación son una auténtica caricia y me contagia su delicadeza y su ternura muchas veces ocultas, porque también a ella se le hace difícil lograr expresar con lucidez y claridad ese misterio que nos une y nos convoca. Pero, como con esta frase, con frecuencia sin pretenderlo lo consigue…

La profundidad y el horizonte ilusionado de futuro que suponen esas palabras, son todo un programa de vida en perspectiva de bienaventuranza evangélica, de gozosa actitud abierta siempre a la Providencia divina, y de reconocimiento agradecido por la aventura de una vida feliz compartida con Dios y los hermanos.

Decir lo que ella ha dicho de ese modo, me anima y enriquece para no dejarme llevar de la simple inercia de lo ya sabido, previsible y programado; para no ceder ante la rutina y el tedio de lo que ya sé que he de hacer y lo que conozca de sobra que se espera de mí por parte de quienes me rodean… Me lanza a un más allá siempre por estrenar y en el que sé voy  seguir encontrando a Dios y a quienes forman parte ya de mi persona y de mi vida, y los voy a encontrar cada día con renovada alegría e ilusión, abriendo nuevas y valiosas perspectivas insospechadas, convocándome a lo eterno siempre felizmente inalcanzable.

En este tiempo de Pascua, a la vista de los relatos de las apariciones sorprendentes de Jesús a sus discípulos, y del diálogo de Jesús con Nicodemo; y, en general, atendiendo a la vida provocadora e interpelante de Jesús, sin caer en esos frecuentes entusiasmos y exageraciones desproporcionados, en sentimentalismos fáciles y peligrosos, ni en oscurantismos o secretismos reservados a iniciados en “misterios ocultos”, no hay definición más cabal y plena, y más delicada y tierna, de la vida cotidiana del cristiano que ésa: dar gracias y vivir en el asombro…  Yo la hago mía con una sonrisa cómplice a mi hermana, a mi hermano…

Por |2021-04-15T13:10:38+01:00abril 14th, 2021|Artículos, General, Reflexión actualidad|Sin comentarios

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