TODO LUZ, SIN SOMBRAS
Comprendo perfectamente que se hable de san José como “La sombra del Padre”, o como “una vida desde la sombra” a muchos niveles, en el intento de reivindicar la ejemplaridad de su persona como “hombre justo”, y como modelo de comportamiento fiel y creyente en la estela de Abraham, cuya confianza en Dios y en su misterio, actualizado en unas circunstancias inesperadas, imprevisibles, sorprendentes y contradictorias (y no exentas de incomprensión y tal vez de amargura), se resuelve en obediencia a ultranza, en decisión de bondad y generosidad, y en renuncia a lo evidente en la apariencia por privilegiar lo misterioso y lo profundo con plena lucidez y con libertad absoluta.
Sin embargo, el espectro de oscuridad y penumbra sugerido por las “sombras”, y su acentuación de lo velado como negativo o privativo, en cualquier caso empobrecedor de la luz y de la claridad irradiante y luminosa, hace que me desagrade profundamente ese modo de referirse a José. En el fondo, del mismo modo podríamos hablar de María (“…el Espíritu Santo te cubrirá con su sombra…”), y a ella la representamos como iluminada siempre por un resplandor y un rayo luminoso, que le aporta una luz divina y una claridad inextinguible.
¿Por qué decir que la vida de José se explica y comprende desde la sombra?: Falso y engañoso. En José lo único que hay es simplemente, como en la vida de todos (aunque en su caso de forma, si se quiere, especial), una carencia de protagonismo directo y una forzosa incomprensión de acontecimientos críticos, eso sí, resueltos con decisión y fortaleza, con delicadeza y a base de renuncias. Porque, desde luego, me resisto a creer que José viviera “desde la resignación y el conformismo”, como intentando hacer valiosa con un esfuerzo ímprobo una vitalidad frustrada, o arrastrando una existencia entre la decepción y la melancolía. Más bien me inclino a intuir en él el júbilo de una aventura apasionante, una ilusión por ir descubriendo entusiasmado los silencios y misterios de Dios, y tomando su sorprendente existencia como lugar de la continua sorpresa de una Providencia incomprensible que se va desvelando en el gozo y la alegría del compartir y disfrutar de la comunión en familia, de la espera y la esperanza, del amor profundo y los proyectos compartidos y siempre abiertos…
El pasado y sus circunstancias no me importa, viene a decir José, porque se rompe a cada instante, y yo mismo lo quiebro en el día a día… y sólo sé, y quiero vivir, desde el futuro, porque mirando al Dios incognoscible, y a María con profundidad tras un anuncio inesperado cuya explicación y origen están en el ayer ya superado por el futuro al que se dirige… y considerando mi propia vida que quiere y busca plenitud en un mañana, olvido feliz todo lo anterior al ponerlo en función de ese “cumplimiento”: renuncio a comprender el cómo (en cualquier caso ya pasado), cuando se trata de atender, abrirse y privilegiar el quién, siempre perspectiva de algo eterno… Ni José es “digno de compasión o lástima”… ni vive sombríamente, imponiéndose ejemplarmente un silencio y un rigor meritorios…
En resumen, José no se entiende “desde la sombra”, sino desde la plena luz del sol divino, que le llega, como a todos, a través de aquéllos con quienes convive y en los que palpa el amor y la dicha, la bondad y la ternura, la renuncia generosa y la ilusión, la comprensión y la esperanza. ¿Que al mirar a María y al Niño descubre a Dios en su misterio y palpa en ellos su presencia en forma de interrogante?: mayor motivo para llenarse de luz y de alegría, de gratitud y de entusiasmo…
José es iluminador de la vida cristiana precisamente porque su actitud de fidelidad y mansedumbre irradia una ternura infinita y una sonrisa constante, y no sombras de oscuridad o de duda. Es el optimismo y la confianza sin límites, entusiasmado por un futuro pletórico, que sabe es el único responsable del pasado y del presente, la respuesta definitiva y desbordante. Es la sabiduría de saber con quién y hacia quién sin inquietud ninguna por el cómo o el porqué… Luz y claridad, no a pesar de lo insospechado e incomprensible; sino, precisamente, gracias a ello…
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