ACEPTAR LO IMPOSIBLE (Lc 1, 26-38)
“Lucas expresa la intuición cristiana de que la concepción virginal de Jesús tuvo que constituir para María el comienzo de su confrontación con el misterioso plan de Dios encarnado en la persona de su hijo” (R. BROWN)
Es evidente el paralelismo y el tono legendario de los dos relatos introductorios del evangelio de Lucas: el del anuncio milagroso del nacimiento de Juan Bautista por un lado, y el de Jesús por otro; así como su clara intención de marcar las diferencias.
Aunque se me hace imposible creer en la literalidad de Lucas cuando presenta ambos momentos de aparición del ángel, y en especial cuando describe tan celestialmente la Anunciación y la escena de María conversando con Gabriel; no albergo ninguna duda respecto a una “visión” de María y un imprevisible y para ella incomprensible embarazo rodeado de “misterio divino” (es lo más que podemos alcanzar a saberal respecto), y cuyas consecuencias eran tan inciertas como ilusionantes: una forma desconocida y enigmática de encarar el misterio de Dios y hacer frente a sus interrogantes en unhorizonte de espera y esperanza jamás sospechado; y, más aún, previamente descartado, rechazado y eludido: el de su maternidad.
Nosotros, a diferencia de ella, y a mi juicio erróneamente, pretendemos buscar comprensión y un mínimo de racionalidad y explicación científica o lógica a aquello que quedará siempre en “la sombra del Espíritu”, y con ello no hacemos sino desplazar la raíz del misterio hacia otros extremos que lo delimiten y nos parezcan más asumibles por nuestras torpes ansias de saber y entender… Pero como naufragamos siempre y fracasamos en la supuesta comprensión de “lo que realmente es” y sus “modos de manifestación”, sustituimos el referente inconcebible e inexpresable de la visión de María y la indudable forma legendaria en la que Lucas nos lo describe y que sólo quiere indicarnos lo extraordinario de que Dios se encarne en una persona humana, la realidad de que en ese Jesús futuro, todavía simple germen de vida en su vientre materno, se hacía presencia humana Dios; por otros esquemas conceptuales e incluso por intrincadas cuestiones y argumentos teológicos sofisticados, cuya consecuencia es que posteriormente derivan en discriminaciones alambicadas, a veces morbosas y obsesivas, y en dogmas aún más inaccesibles e incomprensibles que el simple misterio revelado: el de la profundidad insondable de Dios y de nuestra propia vida, y el de la increíble y sobrehumana fe y coraje de una sencilla joven feliz de verse desbordada por el vértigo divino sin objetarle nada…
Lo decisivo es para María la iniciativa de Dios. Y lo determinante para Dios es el asombro feliz y agradecido de una simple criatura asumiendo su abismo… Ninguna pretensión por su parte: solamente ser “instrumento de salvación”, silencio humilde y fortaleza incombustible, disponibilidad absoluta para sumergirse en el misterio aceptando que el misterio se hunda en sus entrañas… Aunque nuestra innata tendencia al dramatismo y a lo legendario hizo a Lucas narrarlo en el esquema clásico veterotestamentario de “apariciones y milagros” como mejor pedagogía para captar el inefable misterio, rescatemos lo único innegable y cognoscible: Dios se reveló de forma incomprensible a una muchacha irrepetible, María, y fruto de haberla ella enamorado en su respuesta, decidió que el Hijo se encarnara en sus entrañas…
Según el esquema lucano las estériles o ya ancianaspedían el milagro de su fecundidad, y Dios las escuchó, aunque de forma y con fines no esperados por ellas; mientras la que rebosaba fecundidad y juventud pedía la renuncia a la maternidad, y Dios la contradice, también de forma inesperada… A aquéllas les concede generosamente su deseo y ellas se muestran felices “porque su oración ha sido escuchada” y le ofrecen sus hijos; a María no le acepta su súplica, sino que el mismo Dios se la trastoca y en lugar de simplemente generoso se le muestra abismal en su bondad pidiéndole permiso para reconducir su vida contradiciendo su deseo… María se sabe dichosa porque su deseo no ha sido escuchado… y bendice a Dios por ello, porque es Él mismo quien le entrega a su imprevisto hijo… Se admira y se asombra del respeto de Dios pidiéndole permiso, como el mismo Dios se regocija de escucharle decir como al salmista: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad…» ¿Tomamos nota?…
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