PEQUEÑOS DETALLES (Mt 13, 44-52)

PEQUEÑOS DETALLES (Mt 13, 44-52)

Las brevísimas parábolas del tesoro escondido y de la perla encontrados, siendo tan claras y significativas, no parecen propicias a grandes desarrollos “intelectuales”, sino a indicarnos algo evidente y notorio, con algunos detalles tan reconocibles y lógicos, que parecen de poca importancia y pueden pasar desapercibidos sin problemas, absorbidos por el escueto e importante mensaje de lo decisivo que resulta en la vida de una persona el “descubrimiento” del Reino anunciado por Jesús; el cual, sin alterar ni cambiar en nada nuestra personalidad ni alterar nuestra identidad ni nuestra vida, le proporciona sin embargo una dinámica inesperada, una actividad entusiasta, y una perspectiva completamente nueva y rebosante de sentido.

Sin embargo, son los “pequeños detalles” implicados tan sucintamente en sus breves palabras, los que suponen y otorgan toda la densidad y la importancia a estas conocidas miniparábolas. Así, lo inesperado y sorprendente del valioso encuentro o hallazgo, aunque no implica (a lo mejor sí, como “ilusión y deseo”… pero el relato parece descartarlo) una búsqueda activa por parte del sujeto, sino que por el contrario, constituye una agradable sorpresa; sí que se sitúa en la perspectiva de la cotidianeidad de nuestra vida: es yendo cada día a su trabajo en el campo, o dedicándose asiduamente a las tareas de su honrado comercio, como se encuentra lo inesperado, tal vez ansiado o soñado, y por eso es reconocible y valorable, estimado como gratuito e inmerecido, y convertido en impulso provocador de actividad, de renovación, y de alegría incontenible.

Y el entusiasmo y la actividad que provoca (otro pequeño detalle), supone una auténtica revolución en la vida del descubridor, transformando su rutina, el posible tedio y la abulia de su conocida y programada existencia, en una apuesta total y definitiva, una decisión dispuesta a arriesgarlo absolutamente todo, considerándolo como la inversión definitiva y decisiva, sin reservas, de su persona: de su esfuerzo, su actividad y su propia vida.

El insignificante detalle del encuentro se sitúa en la órbita del milagro, de la Providencia divina, de Dios como regalo siempre inmerecido y desbordante, pero presente y constante en la cotidianeidad de la honrada y sencilla persona, activa y responsable en la humildad de su oficio y de su vida; pero siempre alerta, con ojos atentos, abierta a recibir y ser sorprendida e iluminada cada día, percibiendo la bondad y delicadeza misteriosa de Dios en cualquier circunstancia capaz de asombrarnos, enriquecernos humanamente, y convocarnos a la ilusión y a la aventura de ese otro Reino

Del tesoro o de la perla no podemos gozar avaramente en lo privado y oculto, eso estaría en contradicción con todo el evangelio y con el sentir de las mismas parábolas; sino convertirlo en la opción fundamental de nuestra vida, la manifestación del éxito otorgado por Dios a nuestra mediocre actividad, y el compromiso de una renovación y una potencia desconocida antes, aunque sin duda presentida y deseada, y que nos hacía mantenernos siempre alerta para saber reconocer las señales del tesoro, tal vez claras y evidentes, pero imperceptibles para muchos y para nosotros mismos hasta ese momento.

Porque, en definitiva, otro pequeño detalle, el tesoro parece estar al alcance de cualquiera que vaya a sus tareas rutinarias, pero que lo haga con honradez, alegría y sentido del misterio de la realidad, siendo así capaz de mirar desde lo profundo y reconocer sus signos…  No nos dice que era un codicioso e intrépido buscador de oro quien encuentra la pepita…  y la perla sorprende a un sencillo y honrado comerciante, no al insaciable escrutador de mares y océanos que pretende conseguir la joya envidiable por la que arriesgaría la propia vida en la aventura… 

Sólo desde los pequeños detalles de nuestra vida podemos descubrir la desbordante e infinita grandeza de lo humano y lo divino; sólo con un continuo espíritu de gratitud, de delicadeza, de humildad y reconocimiento del gozo de entregar nuestra vida en la sencilla tarea del cada día nos hacemos capaces de descubrir su profundo y valioso misterio; y sólo al descubrirlo, perplejos y entusiasmados, nos veremos inundados de ese Algo, acompañados por ese Alguien, que nos tiende siempre la mano y nos regala los detalles…

Tal vez por eso Mateo hace seguir a estas miniparábolas la otra completamente prosaica de las meras tareas de los pescadores en su rutina diaria de redes, peces, y selección y venta de pescado… los detalles constantes y a lo mejor ya “aburridos” de nuestra vida se nos invita a mirarlos siempre desde un horizonte “ultramundano”… no hay que cambiar de oficio o suspirar por una mayor “anchura” de vida, para descubrir dónde actúa Dios desde su delicadeza y su cuidado… ése es el verdadero y auténtico tesoro, accesible a cualquiera e impulso hacia lo insospechado…

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