PASCUA: LIBERTAD Y LIBERACIÓN

PASCUA: LIBERTAD Y LIBERACIÓN

Si hay una experiencia humana básica ligada a la Pascua, evidentemente es la de la libertad. Y nosimplemente la del concepto o la conciencia de su carácter definidor de nuestra persona, trasfondo de nuestra identidad humana, sino la de su concreción en la vida, en la praxis y en el día a día, la experiencia de liberación. Pascua es sinónimo de liberación, de hacer real la libertad que nos define y darle efecto en nuestra vida personal y colectiva, comunitaria. Porque incluso padeciendo la esclavitud más infamante, sabemos que somos y seremos siempre “libres”, aún sin poder gozar de las condiciones físicas que nos permitan expresarlo; pero vivir liberados de la opresión externa, del dominio y la confinación impuestos por la fuerza, el miedo o la impotencia, no está siempre a nuestro alcance. Y, además del dolor y el sufrimiento, de la tortura y el tormento, nos sume en la indignidad y en la miseria, nos sitúa en lo que no somos: lo inhumano, y nos niega esa identidad que es imposible de disimular, de silenciar o de ignorar: la de las raíces del yo y la de su integración en el nosotros humano como seres dotados de “entendimiento y voluntad”… Sufrir la opresión, la esclavitud o la imposición anuladora es como pretender forzarnos a lo imposible: arenegar de nuestro origen y fundamento, y a cegar o pretender impedir y condenar nuestro futuro siempre abierto. La esclavitud es el reconocimiento de la libertad, en la medida que es palmariamente consciente de someter a una persona; pero es la libertad no liberada. La intuición profunda de Israel en la Pascua es cierta: Dios nos concede la libertad para liberarnos, para que la constatemos y experimentemos, y no para hablarnos de imposibles…,toda auténtica teología es “teología de la libertad”; de lo contrario en lugar de ser teología, se convierte en demonología… y la “teología de la libertad” se identifica y exige una “teología de la liberación” para no ser demagogia y blasfemia…, de lo contrario lo único digno sería abominar de Dios y maldecirlo, condenarlo a Él como única respuesta digna a su caprichosa disposición de condenarnos a no serlosino en sueños…

Por todo ello, si hay una experiencia básica en el evangelio es la de liberación, la recuperación de la persona en plenitud. Jesús salva nuestra vida porque al liberarnos de limitaciones y miserias, de la maldad y del pecado, es decir: de nuestras esclavitudes, al ofrecernos el perdón y la oportunidad de renovar nuestras vidas, re-crea personas libres… Y por eso también el resumen de la cristología en acertadas palabras de Christian Duquoc es: “Jesús, hombre libre. Porque todo el misterio de la Pascua, de la Cruz y la Resurrección, tiene su causa y origen en la libertad, y es fundamento y causa de liberación. La libertad radical de Jesús le lleva a la muerte, porque Él no consiente su limitación por los intereses de partido, el poder o la fuerza, es incapaz de ser esclavo de sí mismo y dejarse llevar por la “tentación” de querer ser otro sobrepasando los límites de su finitud y de su sometimiento a la realidad creada. No puede ni quiere rehuir la muerte, porque ella es la evidencia más clara de nuestra finitud y hay que integrarla en la propia persona y en su vida para no renegar de nosotros mismos. ¿Cómo cometer la necedad o la simpleza de ocultarla o pretender eludirla? No, Él camina hacia ella con toda la impotencia y la debilidad de nuestra materialidad corporal y física, pero con absoluta libertad, con toda la consciencia y responsabilidad de su llegada… Liberarnos de nuestra finitud, de nuestros límites, para poder no sólo “ser y saberse” libres, sino para gozar plenamente de nuestra libertad.

Jesús no es libre porque hace lo que quiere, sin estar sujeto a ninguna autoridad de este mundo ni sometido a nadie; sino porque no se deja condicionar en sus decisiones y en su vida por ningún factor, ni “externo” ni  “de interés propio”, que lo desvíe de una entrega y disponibilidad absoluta. Cada instante de su vida es el de una apertura completa al otro que pueda presentarse, sin límites ni condiciones; como si cada momento fuera de ruptura definitiva con el pasado ante el desafío que se le presenta ahora de emprender un nuevo rumbo en perspectiva abierta de futuro. Y esa ruptura con el propio pasado, dado que el instante es ocasión y punto nuevo de partida para el cumplimiento de las promesas y la liberación completa, no puede culminar sino en la muerte. Por fin puede liberarse definitivamente, para siempre, de toda la maldad, de todas las limitaciones y servidumbres, de la ineludible finitud, y acceder a la verdadera libertad. Y ese momento definitivo y último tiene que asegurarnos que vivir haya valido la pena…

En realidad el anuncio del evangelio y el aporte de Jesús a la humanidad no es el de la llamada a la libertad; sino el de la convocatoria a la auténtica liberación, el de hacerla posible en su ejercicio frente a todas las limitaciones y obstáculos, propios y ajenos, que se le presenten; y asumiendo el riesgo de poderlo conseguir solamente al precio de “morir en el intento”, pues eso justamente otorgará realidad y plenitud al intento… Por eso se convierte también en responsabilidad cristiana liberar de toda esclavitud a todas las personas. Y por eso Jesús pasa haciendo el bien y liberando de la opresión a cualquiera que encuentra a su paso, indiscriminada e incondicionalmente, aunque, evidentemente, exigiendo, o mejor proponiendo, responsabilidad a todos aquéllos a quienes consuela, fortalece y libera… “Para la libertad, nos ha liberado Cristo…”

Hay un compromiso ineludible por la liberación del prójimo, y un riesgo insoslayable por ello: eso es lo que conlleva el discipulado, y ésa es la propuesta cristiana en el marco del seguimiento militante, comprometido y fraterno. Por eso el discípulo, el seguidor de Jesús y entusiasta de su llamada al seguimiento y de su convocatoria a la comunión con Él y con sus hermanas y hermanos, no es solamente quien descubre y goza de plena libertad, sino quien se convierte en liberador del prójimo, quien se ofrece, como el propio Jesús, a seguirlo en esa tarea de acompañamiento que es la vida; y se dispone a vivir la suya, lo único que realmente posee como propio y de lo que puede disponer con completa libertad, como ocasión y oportunidad de que la felicidad y la alegría, la misericordia y el consuelo, la bondad y la plenitud, lleguen al resto…

Por |2020-04-12T09:12:09+01:00abril 12th, 2020|Artículos, CICLO LITÚRGICO A, General|Sin comentarios

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