UN “PERO” DEFINITIVO (Mt 5, 17-37)

UN “PERO” DEFINITIVO (Mt 5, 17-37)

El  “…pero yo os digo…” de Jesús, es el quicio y está a la base de su sorprendente personalidad, de su original y peculiar, inaudita hasta entonces, forma de hablar de Dios, de actualizar su mensaje y canalizar sus promesas; y, en definitiva, de encarnar la voluntad y presencia de Dios en su propia persona. Es el reflejo de esa “autoridad” que no tienen más remedio que reconocer en Él todos, amigos y enemigos, y que no está basada en el ejercicio de ninguna clase de poder (ni físico, ni de legitimidad “institucional” o de gobierno, ni tampoco simple “poder psicológico”, como si fuera un seductor o encantador de serpientes, a pesar de las víboras que le rodeaban), sino en su diáfana personalidad y su absoluta libertad. De alguna manera, en el inesperado e inimaginable  “…pero yo os digo…” está resumida, concentrada y tiene su fundamento y origen toda la cristología…

Es un “pero original de Jesús y bien significativo, expresivo de la radicalidad del evangelio y también de sus aparentes contradicciones con respecto a la esfera común de “lo religioso”, e incluso con la tradición antigua “revelada”por ese mismo Dios, a quien Él llama “Padre”… es, pues, un pero de continuidad y de ruptura a un tiempo, de adhesión (se trata del único Yahvé) y de rechazo (no mebasta lo que decís y sabéis de Él, lo habéis malentendido), de inmersión total en la profundidad del océano divino y de olvido y menosprecio de las olas superficiales y los objetivos visibles engañosos…

Porque, paradójicamente, ésa es la base y el fundamento del “…pero…” y de su ruptura: que supone la verdadera fidelidad y obediencia a la voluntad de Dios, ya anunciada desde antiguo, y cuya expresión no es nunca petición de sometimiento ciego, de ritualismo inflexible o de inmovilismo paralizante, como si hubiera de detenerse la historia; sino todo lo contrario: infusión de vida y energía, inauguración de caminos renovadores y desafiantes, apertura de perspectivas y futuro, crecimiento ininterrumpido. Por eso el pero de Jesús no destruye nada, sino que radicaliza todo convocando a una disponibilidad y un entusiasmo inconformista, convocatoria de promesas, de esperanza y de futuro.

El “pero” de Jesús es tan radical que es imposible;pero es la definitiva desautorización del conformismo, la prohibición del gregarismo, del tradicionalismo y del dogmatismo… Porque el establecimiento de leyes y costumbres, de órdenes y normas, parece ser la única garantía posible del orden social, aunque sea “el orden del mercado”, en esa búsqueda de estabilidad y de quietud, de seguridades y rincones cómodos para instalarnos…  Y, en sí mismo, el conformismo y el perpetuar la ventajosa situación de que gozamos no pueden considerarse algo perverso, desaconsejable o evitable por completo; de alguna manera forma parte del funcionamiento del mundo y del entramado humano en el que nos encontramos situados… Jesús, sin embargo, se empeña en sorprender y descolocar a todos, es “el eterno descontento”… Pero ¿descontento con qué?: precisamente con el conformismo, la pasividad, la dejadez y esa inercia despersonalizadora que nos adormece y nos dirige sin darnos cuenta, seduciéndonos con sus melodías contagiosas… porque es ese dejarse llevar lo que nos convierte en masa amorfa y nos hace manipulables, en manada de cabestros y títeres de cabeza hueca…

El “pero” exigente e imposible de Jesús, peroinevitable y provocador, es la urgente llamada a no aletargarnos cayendo en el tedio y la rutina que nos arrastra y nos anula, haciendo que nuestra vida carezca cada vez más de decisiones propias, y se limite a seguir las pautas, modas, criterios, programas, previsiones, ofertas… que se nos hacen, y que parecen concentrar nuestra atención y nuestro esfuerzo, como si fuera imposible sustraerse a ellas y despegarse de su telaraña, a pesar de que tal vez nos llenan de insatisfacción y no hacemos sino convertirlas en instrumento de conveniencia, que falsea nuestra vida estéril y nos permite condenar al prójimo… Actuamos con frecuencia como hechizados al son de una flauta mágica, hipnotizados por una sociedad y un mercado astuto, que no nos deja tiempo para pensar en profundidad y decidir hacia dónde queremos realmente dirigir nuestros pasos, porque nos apremia a que tomemos decisiones aceleradas y forzadas, casi inconscientes, que hipotecan nuestro futuro, con el hábil y tendencioso (¡y naturalmente interesado!) pretexto de urgencia porque “las plazas son limitadas”, “hay ventajas y beneficios para los primeros en llegar”, o “¿serás la única persona que se quede fuera, pierda esta oportunidad y sea el hazmerreír de todos tus conocidos?”… es decir, que nos apresuramos jadeantes y nos hacemos sitio a empujones y codazos para ser los primeros en llegar a las rebajas, aunque cualquier cosa que se nos ofrezca y vayamos a comprarnos es absolutamente innecesaria, superflua, o ya la tenemos, y puede que repetida, en otros formatos…

El “…pero yo os digo…” de Jesús es la invitación apremiante a huir de la rutina y de nuestra tentadoraservidumbre a “lo de siempre”; es decir, a los cómodos refugios del consumismo fácil, al recelo ante lo liberador pero arriesgado, al conformismo de nuestros despachos y salones, al dudoso equilibrio y estabilidad de nuestras leyes y mercados… todo eso que por conocido tenemos ya previsto, controlado de una u otra manera, y que parece sumirnos placenteramente en una corriente o marea  que consideramos autosuficiente y controlada.

Porque Jesús es incapaz de vivir con la “normalidad” dictada y pretendida por políticos y burócratas, por profesionales y especialistas; su libertad y su transparencia le impiden buscar refugio en la historia o contentarse con lo ya hecho, necesita caminar hacia el futuro; para Él es impensable mostrarse acomodaticio, interesado, o simple siervo del pasado… es entusiasta de las perspectivas abiertas a lo nuevo, de proyectar ilusiones y esperanzas que no son sueños ni quimeras, sino el despliegue gozoso e ilusionado de aquello íntimo que anida en el corazón humano, y que sin Él cuesta tanto de reconocer, identificar y vivir; pero que nos resulta ineludible en cuanto captamos y experimentamos los tristes y pálidos contornos en los que se van consumiendo nuestras vidas.

Estamos rodeados de personajes y de voces que nos dictan leyes y modelos, nos imponen normas y costumbres, nos aconsejan comportamientos y actitudes, nos advierten de amenazas y riesgos “imprudentes”, o nos pontifican dónde está “lo perfecto”… todos pretenden decirnos cómo hemos de vivir, en qué hemos de pensar, hacia dónde debemos dirigir nuestros esfuerzos, cuál ha de ser nuestra mayor preocupación, y con qué regla hemos de medir y comparar nuestros logros y éxitos, a qué hemos de consagrar nuestro tiempo… 

Se nos quiere ahorrar el riesgo de decidir y el gozo de sabernos libres y ejercer la libertad… Pero en medio de ese prosaico discurso resignado y monótono, gris y apolillado, podemos escuchar con toda claridad una voz enérgica y entusiasta, exigente y cautivadora, limpia y noble, que suena a  la vez como arenga provocadora y estimulante y como caricia delicada y suave; y que, sencillamente, nos dice: “…pero yo os propongo otra cosa…”

El “…pero yo os digo…” de Jesús es un pero no sólo a los poderosos señores de la tierra, sino también a los “sagrados y autoproclamados administradores del cielo”, a quienes quieren abrir y cerrar a voluntad el acceso a un Templo del que se consideran únicos responsables y pontífices, y del que Dios hace tiempo que ha huido, sofocado por el humo de tanto incienso encubridor de ambiciones y “santos” manejos…  es un pero inesperado, que desautoriza el culto vacío aunque solemne, y desenmascara la hipocresía de ropajes encubridores, sacristías, decorados y fachadas…

Es, sin duda, el “pero definitivo…

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