En mi aflicción clamé al Señor y me atendió,
desde el vientre del infierno pedí auxilio,
y escuchó mi clamor.
Me arrojaste a lo profundo en alta mar
me rodeaban los olas,
tus corrientes y tu oleaje pasaban sobre mí.
Yo dije: me has arrojado de tu presencia,
quién pudiera ver de nuevo tu santo templo.
A la garganta me llegaban las aguas,
me rodeaba el océano,
las algas se enredaban a mi cabeza.
Bajaba hasta las raíces de los montes,
la tierra se cerraba sobre mí para siempre.
Entonces sacaste mi vida de la fosa,
Señor, Dios mío.
Cuando se me acababan las fuerzas
me acordé del Señor;
llegó hasta ti mi oración,
hasta tu santo Templo.
(Los que veneran vanos ídolos
malgastan su piedad.)
Yo te sacrificaré con voz de alabanza,
cumpliré mis votos,
del Señor viene la salvación,
Jo 2, 3-10
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