¿ELEGIDOS?: “No sé qué viste en mí…”

¿Por qué quieres más pruebas de que Dios te ha elegido, de que eres su capricho, de que sueña contigo? ¿No percibes cómo se ha encariñado contigo? ¿Acaso has hecho tú algo por Él que merezca esa delicadeza y ese cuidado que te dedica? ¿De verdad te sientes relegado u olvidado por Él? ¡Pero si sólo puedes encontrar motivos para darle gracias!  Sí, es cierto que te sientes a veces contrariado y casi provocado por su aparente distanciamiento; como si no quisiera prestarte atención y se inclinara con preferencia hacia otros hermanos que descubres más distantes, o incluso más desagradecidos y desafiantes frente a Él. Pero, ¿no será eso un signo de su confianza en ti?,  ¿no significa que se fía tanto de ti, te tiene por tan íntimo y querido, tan unido a Él, que dedica sus esfuerzos “a los de fuera”, porque a ti ya te ha incorporado a su familia y sabe que gozas de ella y con ella?.  ¿Y no te llena eso de gozo y alegría?. ¿Por qué somos tan débiles, Señor, que recelamos tanto de ti, aún sabiendo que no podemos vivir sin ti?…

Pero es que… ¡me siento débil, Señor! Débil y tan querido por ti, que me cuesta no verte siempre a mi lado. Sí, aunque sean mis ojos los que se ciegan, porque Tú no me abandonas, soy yo quien no te veo…  Pero sí, te veo. Y te siento conmigo, pero noto también mi flojedad y mi pequeñez, y me asusto al sentirme desagradecido e incapaz con mis fuerzas de caminar contigo. Me canso y entonces se me nubla la vista y no acierto a mirarte para descubrir tu sonrisa, ni perderme en tu mirada…

Pero, vuelvo a preguntarte: ¿por qué en esos momentos de duda desconfías de su elección y su cariño? ¿Por qué te impacientas?  ¡Si eres de sus personas escogidas, de sus preferidas! ¿No te das cuenta? ¿A quién fue acompañando con atención y delicadeza a lo largo de sus años de infancia y juventud sino a ti? ¿A quién le abrió lo profundo de la vida poco a poco y con ternura, sino a ti?  ¿A quién le ha dado una sensibilidad exquisita para percibir lo oculto y lo futuro en su misterio, sino a ti? ¿A quién le ha concedido la paz y la alegría que te inunda, sino a ti? Y, ¿en qué alma ha infundido una inquietud y un hambre insaciable por Él y su palabra, sino en la tuya? ¿A cuál ha encendido con el fuego ardiente y la fuerza incontenible del Espíritu, sino a la tuya? ¿A quién le ha hecho el regalo de palpar lo que es la unidad, el amor, la comunión, sino a ti?  ¿Quién goza ya en la provisionalidad de su vida terrena del inicio anticipado de su Reino, sino tú?  ¡Si te ha hecho testigo del Resucitado!

¿Y piensas que a veces te ignora? ¡No ha dejado de vigilar tus pasos desde niño!  ¿Por qué sientes que tu vida es nueva cada día?: porque es Él quien la dirige. ¿Por qué descubres entusiasmado su Providencia de la forma más inesperada y en los momentos decisivos?: porque siempre está a tu lado para manifestarte su preocupación por ti. ¿Por qué tu vida se enriquece día a día, y percibes y agradeces con tus hermanos ese crecimiento mutuo que os sumerge en Él? ¿Por qué sentís que su abrazo os estrecha y os aprieta más y más, día a día, transportándoos a esa forma suya de gozar la vida? ¿Por qué a pesar de tu miedo y tu vergüenza ya te atreves a todo? ¿Por qué conociendo tu debilidad y tu flaqueza te decides a compromisos irrenunciables? ¿Y por qué Él se decide a “desaparecer” un instante de tu vida, sufriendo porque sabe que tal vez te sientas solo, pero confiando ciegamente en tu fidelidad y confianza, ya que, aún en su aparente “ausencia”, su sangre sigue latiendo en tus venas; y sabéis, tú y Él, que su vida es tuya para siempre?

Sí, tú sabes bien por qué. Porque te ha elegido. Porque eres su capricho. Porque sueña contigo. Porque no duda de ti, y no consiente que las servidumbres de este mundo te sometan y contagien; a ti te ha hecho capaz de bondad… Te ha llamado, como al profeta, para que seas luz de las naciones; es decir, simplemente, instrumento de su misericordia y su perdón.

Porque, sí, elegirte Dios y acompañarte, regalarte su paz y su alegría, ser de los suyos y saberlo, supone asumir también su encargo, el encargo de vivir desde Él, porque ésa es la identidad que nos define. No nos pide “hacer otras cosas”, sino “vivir de otra manera”; y justamente ese vivir “a su manera” es el que nos da acceso a Él y nos permite apreciar su elección, su invitación, su identificación con nosotros para que nosotros nos identifiquemos con Él. No es una exigencia, sino la condición de posibilidad de ese horizonte, de la vida en comunión con Él y los suyos. Es la oración de Jesús: Ya no os llamo siervos, os llamo amigos… Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os digo… no sois del mundo…

¿Acaso no te das cuenta de que has entrado ya en lo definitivo y no necesitas nada más? Y ciertamente que eso no te va a evitar el esfuerzo de tener que plasmarlo en tantas situaciones inciertas y variables que se vayan presentando, lo cual te creará sinsabores y requerirá esfuerzos, puede que incomprensiones e incluso tal vez rechazo… pero no temas, no te has equivocado… Él está contigo y con los tuyos. Porque el signo indiscutible de la elección es la comunión; y con la comunión la misión; y misión es cruz; y cruz, resurrección; y resurrección vida, ¡Vida!… ese futuro de Dios regalado al hombre, el que te ha regalado al elegirte y convocarte a integrarte en su familia, tu familia… ¿acaso no gozas ya de ella al recorrer juntos, en profunda comunión con Él vuestro camino?…

¿Qué habrá visto en ti?

Por |2019-07-30T11:04:03+01:00julio 29th, 2019|Artículos, General|Sin comentarios

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