¿Y qué importa que nadie a tu alrededor te dé la razón? ¿Qué más da si eres el único en defender, tú solo, que únicamente se vive de verdad cuando alguien quiere “desvivirse”, entregarse a los demás y no promocionarse a sí mismo? ¡Que no te preocupe en absoluto lo que los demás piensan sobre esa forma tuya tan extraña de vivir! ¡Es la de Jesús! ¿Que parece condenarte a tener que caminar a oscuras, casi a tientas, porque se hace difícil vencer tantas resistencias y tantas señales que te desorientan, pues indican otras metas? Sí, el caminar que Él nos propone no puede nunca confiar en encontrar apoyos, indicadores públicos, o incentivos… más bien, tendrás que evitar muchos senderos anchos y hacer oídos sordos a propuestas tentadoras. Pero hay que contar con eso desde el principio, y no esperar falsos resultados, facilidades, o depender de reconocimientos y palabras agradecidas…
Al propio Jesús la vida se le fue estrechando y oscureciendo poco a poco hasta llegar al agujero negro de la muerte… Y, sin embargo, era la luz… y es su luz la que ilumina nuestras vidas proyectándolas hacia un futuro de lucidez absoluta, el de la resurrección y la Vida. No hay que asustarse de la oscuridad de este mundo, y de experimentar cómo necesitamos sentir el latido y el calor de Jesús a nuestro lado, para no perdernos entre obstáculos y fatigas; más bien, hay que contar siempre con nuestra debilidad y nuestra timidez, nuestra incapacidad para la fortaleza y la valentía cuando nos sabemos solos y nos sentimos perdidos y desamparados. Pero, aunque te sepas solo, nunca estás solo…
Porque sí, se van a sorprender y puede que hasta compadezcan nuestra supuesta ingenuidad, rayana a su parecer en la inconsciencia y la irresponsabilidad, en lo extravagante y ridículo; pero no podemos claudicar ante las dificultades, someternos a la lógica mundana o caer en el desánimo, porque hemos de dejarnos impregnar por la lucidez del evangelio: ése “quien busque su vida la perderá”, ese afán que Él nos ha contagiado de ya no saber vivir desde el individualismo y la autorreferencia; esa necesidad que Él ha hecho surgir en nosotros de anuncio de vida y de alegría incontenible en la disponibilidad y en el servicio, en la unidad y la comunión, ese ya irrenunciable logro y gozo de poder decir nosotros tras enterrar un yo siempre mezquino.
Y la envergadura de la tarea que hemos emprendido, de la aventura divina para la que te has juramentado es tal, que va a suscitarte dudas y te va a crear desasosiego muchas veces; pero sabes que nunca ya te vas a poder conformar con menos, con bajar el listón o limitarte a una vida de devoción sincera y de obras de caridad ejemplares… Como siempre habías percibido y ahora experimentas con una claridad asombrosa, sorprendido de la evidencia con que Él te lo presenta y su Espíritu te hace capaz, es la oportunidad surgida de lo profundo de tu vida, la auténtica llamada que parecía estar esperándote, la cita que aguardabas de la Providencia y hacia la que Dios ha estado guiándote silenciosa y delicadamente, con paciencia y con dulzura insospechada…
Dudas has tenido siempre, y quizás nunca van a abandonarte por completo: serán el signo de tu voluntad y de tu empeño; pero las sombras que te han acompañado tanto tiempo, van desapareciendo y siendo reemplazadas por el vértigo del futuro de Dios y de su abrazo, y con ello te insufla la ilusión y ese entusiasmo de lo nuevo e imprevisto de Él, te hace sentir su latido y compañía a través de tus hermanos, los suyos; de su familia, la tuya…
¿Que los demás se asustan? ¿Que dudan? ¿Que desconfían? Tú sonríe con cariño hacia ellos e intenta comprenderlos. Pero que no te contagien su desconfianza ni su miedo, que no te provoquen a dar un solo paso atrás en el camino emprendido, que no enturbien el horizonte que Dios te ha marcado, porque la promesa de que nada ni nadie puede interponerse entre Jesús resucitado, el Buen Pastor, y tú, oveja de su rebaño, tiene que llenarte de gozo y fortaleza para arriesgarte en su aventura y no temer, a pesar de los interrogantes o las incomprensiones. Y que esos momentos incómodos y de desasosiego en que lo indescifrable de su Providencia te desconcierta, e incluso te duele y te provoca, no te lleven a desorientarte o a la duda; porque son, ¡seguro!, la antesala de algo sorprendente… de su locura… ¡No dejes de sumarte a ella!…
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