Que Dios está a nuestra puerta y llama no es ilusión piadosa ni fiebre devota, sino constatación de su interés, de su capricho inconcebible por ti. Decirnos que quiere cenar con nosotros es una forma de invitarnos a comer con Él, de incorporarnos, tan humanos como somos, a su divinidad.
Letra:
Te conozco, estoy a tu puerta llamo,
si oyes, me abres, entraré:
¡Quiero cenar contigo!
Preocupada, por lo que piensan,
presionada, por el éxito
enajenada.
¿Por qué vivir con miedos…
si de mi nada quieres sino a mí?
Vayas a donde vayas siéntete enviado.
Vengas de donde vengas siéntete esperado.
Que cuando escuches quieras recibir,
que cuando mires lo hagas a través de Mí.
Que lo des todo
y dejes abolida cualquier posesión propia.
Lo mío Señor, es lo pequeño, lo insignificante
saca Tú de mí nada lo gigante.
Te conozco, estoy a tu puerta llamo,
si me oyes, me abres, entraré:
¡Quiero cenar contigo!
Vayas a donde vayas siéntete enviado.
Vengas de donde vengas siéntete esperado.
Que cuando escuches quieras recibir,
que cuando mires lo hagas a través de Mí.
Que lo des todo
y dejes abolida cualquier posesión propia.
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